Ocurre casi siempre. Nuestras tragedias nunca son tan grandes como en el resto del país, o simplemente no son tan importantes para el resto del país.

Se presenta siempre que hay una muerte trágica. Si en Ibagué por solo citar una ciudad del interior, se estrella un bus dejando como resultado la muerte de 10 personas, en el Cesar ocurre lo mismo pero son 20 los fallecidos, los medios de comunicación le dan más importancia a los de Ibagué que a los del Cesar.

Se presentaba con las masacres de las AUC. Mientras en Antioquia asesinaban a 10 personas, en el Cesar las víctimas eran 30, pero las historias de las victimas paisas ocupaban las primeras páginas y las nuestras entraban dentro de las llamadas barandas.

Lo mismo parece ocurrir con la tragedia ambiental. Hace pocos meses se dio a conocer la muerte de cientos de animales en fincas del Casanare, lo que hizo que el gobierno volteara la vista hacia esa región, pero en el Cesar la sequía ya estaba matando nuestro ganado, y aún nadie nos paraba bolas.

Pasó con el invierno reciente. Mientras Gamarra y los demás municipios ribereños se ahogaban, en otros del Magdalena y demás departamentos por donde pasa el río más grande del país, ocurría algo similar, pero nuestras víctimas no eran tan importantes ni para los medios de comunicación ni para el gobierno.

Y no podía ser la excepción la actual sequía. Fueron los arroceros del Cesar, y más exactamente los de Valledupar, los primeros en alzar la voz y activar las alarmas por las pérdidas que comenzaba a ocasionar el verano en esta región del país. Pero fue el verano guajiro y el magdalenense el que llamó la atención del gobierno nacional, más no el nuestro donde las pérdidas ya son millonarias.

Para la muestra un botón. El canal Caracol desplazó un equipo periodístico la semana que concluye a la costa norte. Comenzó por la Guajira, donde hizo una radiografía de la tragedia de nuestros vecinos, pero en vez de darse una pasada por el Cesar se saltó a Santa Martha donde la situación también es crítica pero reciente, no como ocurre en Valledupar donde desde hace muchos meses, y en algunos sectores hasta años, la escases del agua es la constante.

Y no podría decirse que la razón es porque la corrupción de nuestra clase dirigente es la que ha causado la tragedia del agua en Valledupar. Un Emdupar al que le ha quedado grande el crecimiento de la capital del Cesar, un Aguas del Cesar que se convirtió en el más grande elefante blanco del que se tenga conocimiento en el departamento y una Corpocesar que con su paquidermia y falta de autoridad ha demostrado que esas tales CAR no sirven para nada más que para burocracia.

Es verdad, la corrupción nos ha llevado a esta tragedia ambiental, pero lo mismo ocurre en Santa Martha, lo mismo ocurre en La Guajira donde construyeron una represa que se ha quedado a medias por desidia del gobierno y que lo que almacena, podría darle agua a dos millones de personas en la actualidad, pero solo se utiliza para regar cultivos.

Así que las razones para la indiferencia estatal y de los medios nacionales son las mismas que podrían llevar a aplicar esa indiferencia a otras regiones, pero que a la postre no ocurre.

Será seguir aquí en el Cesar enfrentando solitarios nuestra tragedia, ahorrando agua en casa – cosa que no sabemos hacer – y viendo secar nuestros ríos por acción del hombre y de las empresas mineras. Será seguir soñando con la represa de Los Besotes, que ojalá sea una realidad algún día, aunque con tanto ladrón por ahí pendiente de robarse todo, es mejor que ni la inicien. Mejor nos morimos de sed que seguir dejando que alcaldes y demás políticos se roben lo que es nuestro.

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