Había una vez un expresidente dolido, despechado y cejijunto que expresó por Twitter que “el único que debería estar tras las rejas es su exministro de defensa”. El Presidente que antes fue Ministro de defensa guardó un silencio muy cercano a la complicidad, a la cobardía, a la más rastrera abyección.

Algunos expertos en cartografía política dicen que la diplomacia y la decencia son sinónimos efectivos de la complicidad y la cobardía.

Sin embargo por el repugnante comentario, que sabe más a verdad auténtica, que a mentira escueta, nadie salió a gritar con airado patriotismo “que lo que es con Santos es conmigo”. Nadie llegó a los recintos del congreso con pancartas ridículas repitiendo la frase pendeja: “Lo que es con nuestro honorable Presidente es conmigo”. “Lo que es con nuestra transparente presidencia es conmigo”. Nadie.

Según entiendo tampoco el partido de la U y sus candidatos a las alcaldías, a las gobernaciones, a los concejos y a las asambleas hicieron un show circense (ruedas de prensa) protestando ardorosamente, porque a un exministro de defensa, que hoy es un honorable Presidente, un expresidente colérico, que hoy es un senador iracundo, exprese por una red social que Juan Manuel Santos nuestro distinguido Presidente, otrora Ministro de defensa del gobierno de Álvaro Uribe, “es el único de sus exfuncionarios que debiera estar preso”. Nada.

Había una vez en otro cuento chistoso un Presidente desesperado, embolatado, despelotado de una nación vecina que fue chofer de buseta, éste expresa que un expresidente nuestro, actual senador de la república, dolido, despechado y cejijunto es un criminal, paramilitar y corrupto… Así, sin comillas.

Inmediatamente, irracionalmente, estúpidamente y sin levantar la tapa de la alcantarilla en donde reposan todas las indagaciones demostradas por las víctimas, por viejos colegas de fechorías, por los datos concretos de cientos de investigaciones abiertas y cerradas en la fiscalía, en los entes judiciales del exterior, en las voces calladas por el miedo en contra de aquel Presidente de desconsolada recordación, que hoy es senador no fue obstáculo para iniciar la alharaca del siglo.

Obviamente sin mirar para los cuatro puntos cardinales de la podredumbre, sin acudir a la sensatez, a la honestidad, a la sinceridad y a tantas palabras que se acercan a la semántica de la ética los áulicos de la derecha, los propagandistas del odio exhibieron enloquecidos carteles que vomitaban fidelidad disparatada y odio exacerbado. El alboroto era lastimero. Y los medios de comunicación hacían alarde del dolor de la patria por semejante afrenta a la dignidad del fulano expresidente.

Como era de esperarse el exministro de defensa de Uribe, que hoy es Presidente de Colombia puso el grito en el cielo. Los partidos políticos cómplices de ésta democracia podrida y torcida defendieron la dignidad del expresidente bravucón, que hoy es un senador mucho más bravucón por efectos de la larga viudez que padece alejado del poder omnímodo que detentan los presidentes en Colombia.

Por supuesto que los empresarios, los periodistas, los curas, los buenos y los menos buenos salieron despavoridos a colocarse la tricolor como cuando la selección de Pekerman pierde lánguidamente 3-0 con Uruguay y salen a rebuznar por todos los medios de comunicación la indignación primero y luego la frustración por las cosas que nos pasan.

Había una vez una democracia de papel, atenazada por las mafias de la politiquería, que se hace llamar descaradamente la democracia más sólida de América de latina.

Una democracia gobernada por hombres y mujeres que les sobra el dinero y el poder económico. En ese juego perverso se dan el lujo de financiar solo aquellas campañas que respondan a sus intereses. Una democracia de mierda en la cual los electores corren en desbandada a venderse al mejor postor, no se dirigen al que tenga las mejores ideas sino al que ofrezca un bocado del botín público.

Es de imaginar que “en la tumba han de estar los griegos revolcándose por lo que queda de la democracia que ellos le regalaron a la humanidad. Los únicos principios que exhiben los demagogos de hoy son apropiarse del gran botín del presupuesto público y detrás de ellos una gavilla de badulaques que quieren carroña. En la tumba han de estarse revolcando los padres de los Estados Modernos y de la revolución francesa, en la tumba han de estarse revolcando los hombres de palabra y de principios que defendieron ideales, al ver hoy a sus hijos venderse por un plato de lentejas, ir tras el politiquero de turno, ir tras una sombra de político” (Castaño, 2015). Así es la vuelta.

Es un hecho que el poder económico asociado con el gobierno del estado está entre las drogas más letales de la humanidad, importa el fin y no los medios, todo vale con tal de obtenerlo.

En la competencia desaforada por el erario de las ciudades está inscrita salir adelante como sea, dando codazos a tus contendores, en la politiquería ir tras el botín público para acrecentar, para favorecer los negocios privados de los hombres de negocio. El negocio maneja la fachada de la democracia, el político es la sombra de los amos del dinero y su arte la demagogia.

No quedan dudas: Así fue nuestra democracia en el pasado, es hoy y será en el futuro. Con doctores de pelo engominado, perfumados apellidos, lenguaje fino, matones de barrio, bandidos de élite… tan deshonestos, corruptos y cretinos como cualquier chofer de buseta que gobierna en un país hermano. Furiosamente, parecidos.

Por Lic Osmen Ospino Zarate

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