A decir verdad, a Diomedes si lo vi tres veces personalmente, fue mucho. Una vez, bajándose de su carro en la calle donde de niño vivía. Los niños del sector, que jugábamos fútbol a pata pela en una calle polvorienta del barrio Los Fundadores, corrimos al verlo llegar. Se bajó del vehículo, nos saludó y nos dio a cada uno una moneda para que compráramos algo. Ese era Diomedes quien apenas comenzaba su camino hacia la fama, pero ya era exitoso, o por lo menos popular.
Confieso que tuve en mis manos la oportunidad de hacerle una entrevista cuando estuvo detenido, pero no se por qué razón no fue posible ese encuentro, que el mismo Cacique de la Junta – perdón por la inmodestia – había propiciado y solicitado.
Lástima, me perdí de una oportunidad irrepetible, periodísticamente necesaria, una entrevista por la cual yo no es que me no me moría por hacer, porque Diomedes no es que fuera mi ídolo, como no lo es ningún artista a decir verdad. Pasados los años, me pesa no haber realizado esa entrevista, hoy sería un señor documento periodístico.
Y aunque Diomedes no fuera santo de mi devoción, su música si lo fue. No hay cantante más exitoso en el vallenato. No hay un vocalista como el Cacique de la Junta, de quien me pregunto si estuvo verdaderamente consiente de lo que era.
Casi 10 años después de su partida, nuestro país, y particularmente esta tierra en donde reposan sus restos, no pueden dejar de darle gracias a Dios por haber tenido a este artista, a este vocalista que vivió para hacer grande este folclor, como lo hizo Rafael Escalona, quien hoy también estuviera de cumpleaños. 96 tuviera a cuestas el más grande compositor que ha tenido nuestra música.
Dos grandes que ya no están. Escalona a quien lo acabaron los años, como debe ser, y a Diomedes, quien lamentablemente aceleró su partida, en la cúspide de su carrera.
A ambos le debemos mucho.
