El confinamiento social generado tras la pandemia de covid-19, ha dejado consecuencias físicas, económicas, mentales y emocionales. Ante las medidas de aislamiento general, las personas se vieron en la obligación de ajustarse a los nuevos escenarios y generar estrategias para hacer de la “nueva normalidad”, un tiempo de provecho desde los hogares.

Sin embargo, después de más de un año desde el inicio de este cambio de vida, ha sido visible el agotamiento mental, la poca energía para ser recursivos ante diferentes circunstancias, las fluctuaciones emocionales, encontrando los contextos personales extremadamente rutinarios, sobre todo para los jóvenes; En consecuencia, como muchas personas han experimentado falta de propósito, se sienten estancados, desesperanzados, ven que la vida pasa por ellos y no tienen un rumbo,  síntomas que hacen alusión a la llamada languidez.

Según Jessica Mejía, directora del programa de Psicología de Areandina sede Valledupar, el término languidez hace referencia a la ausencia de salud mental, y fue llamado así por Corey Reyes, investigador de la Universidad de Emory. Para Mejía, ésta no tiene relación con el agotamiento, la depresión o la falta de energía; en este caso, las personas que se encuentran en estado de languidez, tienen todo para estar bien pero sienten una sensación de vacío, de poca satisfacción o poco bienestar.

“El proceso de salud sin precedentes que se vive en este momento y las medida adoptadas para cuidarnos, han propiciado características que conducen a sentimientos de languidez sobre todo en los jóvenes; los problemas de salud mental han aumentado como consecuencia de los largos periodos de confinamiento y los cambios que ha traído consigo la nueva normalidad, aflorando síntomas que señalan ausencia de bienestar psicológico o problemas de salud mental,  y ello hace parte de la realidad que viven día a día más personas en el mundo”, explica la directora Mejía.

Y agrega: “Si bien la languidez no alcanza a ser depresión, es una manera oportuna de desencadenarla, dado que ésta afecta la motivación, concentración, proactividad, generando  sensación de estancamiento, falta de propósito y desesperanza”.

Para la directora Mejía, la clave para dejar de languidecer es identificar la causa, se debe determinar hace cuánto se experimentan los síntomas y si están presentes desde antes del aislamiento y o por el contrario, se debe a una reacción por el contexto actual y los ajustes en las rutinas de vida.

“Lo primero para dejar de languidecer es ponerse activo, hacer planes con amigos y familiares, desarrollar actividades y establecer objetivos que requieran dedicarles tiempo ininterrumpido, establecer retos que pongan a prueba las habilidades y aumenten la determinación”, enfatiza Mejía. 

La directora Mejía considera importante permitirse entender los síntomas que indican  falta de bienestar psicológico y no recriminar por sentirlo. Invita a hablarlo y buscar ayuda de un profesional de la salud mental. 

Por Alix Belinda Castro

Comunicaciones Areandina Valledupar

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