Aquí estallan los juegos pirotécnicos, allá los misiles. Aquí suenan los totes, allá las balas disparadas por fusiles. Aquí estaban los mata burros, los mata suegras, allá, los mata soldados, los mata ciudadanos, los mata niños, los mata todos. Once meses de guerra, de una invasión enfermiza, implacable, sanguinaria ordenada por Puttin. Una invasión que se pretendía arrodillaría a Ucrania en pocas semanas, pero no. Valentía, grandeza, patrioetismo. Casi 42 millones de habitantes de un país al otro lado del mundo, nos han demostrado que resistir es una forma de ganar.
Les estoy hablando de algo que ocurre a 10.748 kilómetros de distancia. Es verdad, podría no ser un tema de su interés, pero del que sería bueno no olvidarnos, porque mientras aquí arriesgamos por gusto nuestra salud con el uso de la polvora, allá el enfermiso pensamiento de un presidente vecino, arriresga a diario la integridad de un país que se resiste a ser anexado, a volverse colonia, y que persiste en su independencia.
A más de 10 mil kilómetros, hay quienes nos enseñan que en medio de la guerra, también hay esperanzas.
Dios permita, que cese el horror en Ucrania, para que el 2023 sea mejor para ese país con el que poco tenemos que ver los colombianos, pero que al fin de cuentas habita el mismo globo terráqueo.