Quedé en medio de una batalla campal. Fueron pocos segundos, pero tensionantes. Conducía sobre la 23, muy cerca de la Universidad Andina la tarde de este miércoles. Delante de mi estaba una camioneta y una furgoneta cuando observé un tracto camión que llevaba sobre si una retroescabadora. Y sobre la retroescabadora, como moscas en postre, un grupo de jóvenes que entre si se insultaban, que lanzaban palabras de grueso calibre acompañados de señas con sus dedos a los conductores de motos y otros vehículos que pasaban cerca.
En el semáforo, se detuvo el pesado vehículo, varios jóvenes bajaron, al parecer con el fin de comprar agua. Cuando arrancó el tracto camión, estos se quedaron, por lo que decidieron atacar a piedras a los que siguieron su camino. No les importó a estos muchachos a donde fuera a parar una piedra. Si a un carro, o peor aún, a una persona. No, lo importante era la trifulca, la confrontación entre ellos.
Yo lo viví por espacio de unos segundos, pero quienes viven en la zona lo viven a diario. Piedras vienen, piedras van. Es una tensión constante por la presencia de estos jóvenes, adolescentes, niños, que no tienen más nada qué hacer, sino arriesgar sus vidas sobre los pesados vehículos y de paso poner en riesgo a los demás.
¿Y saben qué es lo peor? Que no es la primera vez que hablo de esto y que las autoridades no se dan por enteradas.
Así que cuando usted circule por la 23, entre la avenida La Popa y la glorieta de la Pilonera, encomiéndese a Dios, no sabe qué podría pasar.