Prohibido hablar de Dios, de confesar su fe, de entregar su opinión sobre asuntos religiosos. Por lo menos no públicamente, hágalo en su templo, cada semana santa, o los domingos se va a culto, o a la misa. No se le ocurra escribirlo en sus redes, en los medios, mucho menos si usted es funcionario público, y mucho menos, si usted es directivo. Ese es el mundo ideal para quienes Dios se volvió un oso, un peso, un fastidio. Un día lo sacamos de la constitución, hemos querido sacar los crucifijos de las oficinas, y ahora pretendemos anularlo de nuestras bocas y de nuestros corazones.

Si usted quiere ser aceptado, pregone creencias laicas, esotéricas, nueva era, practique sexo a su antojo, hable de ellas, publíquelas y convierta a otros a esas prácticas.

El mundo al revés. O si no que lo diga el director de la Policía Henry Sanabria, quien tocó a los intocables, por lo que algunos congresistas quieren sacarlo a sombrerazos de su cargo. Ya la petición se la elevaron al presidente Petro, quien como debe ser, y no era para menos, dijo que el general tienen el derecho a profesar su fe, públicamente como cualquier colombiano, como lo garantiza la Constitución del 91. ¡ Buena esa Presidente!.

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