En Sincelejo a algún bárbaro artista, se le ocurrió rendirle homenaje a lo que él llama, su primer amor. Erigió un monumento a la burra. ¡ Por Dios!. Eso se llama zoofilia, y quien practica eso es un zoofilico. Así que el autor de esta “obra”, pasó de artista a eso, al confesar su práctica indecente.

Lo único que logra un supuesto homenaje de este tipo, es que se afiance en el imaginario, de que los hombres en esta zona del país, perdemos la virginidad en un acto tan asqueroso como lo es una relación sexual con un animal. 

Que nos digan corronchos vaya y venga. Incluso, el maestro Juan Gossain dice que esa etiqueta es hasta motivo de orgullo.  Así que nos lo calamos.

Lo de flojos, es una etiqueta que nos quitamos cuando demostramos que trabajamos más que muchos interioranos.

Pero lo de burreros será difícil quitarnos de encima, mientras existan graciosos como el autor de la escultura a la burra, que le rinden homenaje a un acto tan asqueroso, que se practicó en tiempos pretéritos, pero en los que muchos no incurrimos, ante lo cual no sucumbimos y ahora estoy seguro que ningún joven práctica.

¿Mi primer amor?. Tal vez el del escultor si, quien quiso hacer una gracia, pero le salió una morisqueta.

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