El sonido de la llave no brindaba oportunidades a mi cerebro para alucinar con engaños. Escuché con claridad los 3 giros metálicos de la cerradura y, vaya uno a saber, también la respiración espesa de una sombra enorme que aplastaba su imagen grotesca sobre la puerta de madera. Eran las 3 de la mañana. El pesado vehículo que recoge la basura ruge al final de la calle. Las luces tenues de la madrugada violeta se deslizan por las rendijas de la ventana. Me incorporo, estiro uno por uno todos los dedos de los pies. Es mi deporte favorito, por si no lo sabían.
La televisión pasa por enésima vez a Harry Potter 56, supongo que la cadena FOX deleita a sus televidentes con Rápido y furioso 38. Ahora los pasos de elefante se arrastran por la sala. WINSPORTS retransmite otra vez la final de la Copa libertadores de América entre Atlético Nacional y Olimpia de Paraguay. Aburrido.
Me acuerdo con angustia que el ensayo que me había trasnochado los 3 últimos meses era sobre las relaciones educativas que se tejen entre la Pedagogía del oprimido de Paulo Freire y la Modernidad y cultura crítica de Nicolás Casullo.
–Todavía despierto hijo– La sombra tenebrosa tiene el rostro de mi papá. Lo observó como en los tiempos que intentaba que me durmiera contándome la historia de la violencia en Colombia a partir de canciones contestatarias: se fueron/ se fueron Las bananeras/explotaron/explotaron la nación/ solo quedan los recuerdos de otras eras / añoranzas y quimeras, deudas, penas y dolor. -Si, pa, tengo sustentación de un ensayo, que aún no termino– Me escanea con orgullo. Huele a Ron Medellín añejo. Arrastra la pierna derecha, él dice que fue en la guerra, le falta un dedo en la mano derecha, él cuenta que la hijueputa guerra le roba los sueños a la gente y se los entrega al Ron Medellín añejo. Ese es su argumento para llegar borracho todos los días.
Se da la vuelta con exasperante lentitud y me dice: –Estudie hijo, que lo único que puede acabar con la guerra, es el estudio– Antes de derrumbarse en el sofá, cantaba: porque allá en la zona bananera/ allá sufre sin queja un pueblo soñador/ que nada ganó al pelear dos guerras/ ay sólo que hoy olviden su dolor.
Trato de organizar el ensayo pensando en la línea argumental exigida por el Profesor Jorge Grisales. Por una parte Freire expresa que la educación bancaria nos oprime y nos mantiene rezagados. Imaginen una educación en donde todo está hecho y dicho, estudiantes haciendo colas para repetir lo que dicen los libros, y ni más faltaba, siendo domesticados con fruición para ganar la prueba SABER, y ser dignos de una beca Ser pilo paga, docentes en una ceremonia de creencias repitiendo lo que dicen los libros o fulano de tal y ya. Una educación que llena formularios para la fábula ficcional de los sistemas de gestión de la calidad, en la que se lee, se escribe y se piensa, pero no se sabe lo que se lee, ni lo que se escribe, ni lo que se piensa.
Casullo, en cambio es radical y romántico al mismo tiempo: “quieren hacernos olvidar la historia. Pero nosotros somos la historia con todos sus muertos. Nosotros somos los que no la olvidamos”. ¡Claro! Necesitamos que la memoria de la enseñanza y el aprendizaje no se olviden nunca. A pesar de los buenos maestros, que los hay, formados en las buenas universidades, tan bien remunerados, pero que no se les nota. A pesar de los malos maestros, que los hay, formados en Universidades que son pura publicidad, que las hay por montones. Necesitamos que la formación científica, laica, pluralista y democrática sea nuestra cédula de ciudadanía regada en la geografía de nuestra conciencia. Con nuestras angustias y alegrías, con la cruz de las satisfacciones y la vergüenza de los errores. Esa fiesta-tragedia del aprendizaje tan nuestra como de todos no la podemos enviar a la alcantarilla del olvido.
Mi papá ronca, se sobresalta, maldice, se incorpora y canta: es el pueblo bananero/ de abarca y de sombrero/ que espera redención/es el pueblo bananero/ de estirpe guerrillero/ pilar de la nación/ es el pueblo bananero/ alegre y bullanguero/ que espera redención.
Mi papá ronca, se pone de pie, se calza su sombrero vueltiao, grita encolerizado, ¡fuera Pekerman!, y se duerme.
Freire, Casullo y mi papá al parecer se pusieron de acuerdo para que yo entendiera lo que el Profesor Grisales quiere escuchar a través del ensayo que por fin me dejó de joder la vida. Se necesita liberar a la educación de sus saberes dominantes, es urgente una contraeducación que desamarre a la educación de sus simulacros impracticables, de sus apariencias exitistas. Necesitamos dotar de una identidad plurifacética, creativa y a la vez racional a esa educación que debe surgir, de esa otra educación que ya no existe, pero que el actual sistema educativo revive a cada momento.
Una educación que no oprima, desprovista de la tarea, justa y que se riegue como la pólvora, una educación pirotécnica, que coloree de felicidad la vida.
Una educación militante, combatiente, que olvide los horarios, la hipocresía de los onomásticos, los cronogramas necrológicos, que aprenda que leer, escribir y pensar bien, es el único plan posible e imprescindible para hacer operante el pasado en el presente. Mejor dicho: que el éxito está en el significado ético y estético que le damos a los relatos de la formación humana y que el Éxito La flores, por supuesto, es en el buen sentido de la ironía un sitio turístico de Valledupar.
Para mi papá la educación en cambio es un asalto a la razón. Es el macrorrelato de la redención en contra de una razón acordada por mentes torcidas. –Consensuada- Le digo. –Es la misma vaina– Me contesta. Tiene la razón, pero no se la doy, porque la borrachera se alarga hasta el próximo festival vallenato. Una educación subversiva, no terrorista, lo que da terror es la educación que tenemos ahora: –al tablero, 100 ejercicios, talleres que nadie explica, investigue, pero el profe jamás ha investigado, lea, ¿Cuántos libros te has leído profe?, escriba, ¿qué escribes tú profe?- Tiene la razón, pero no se la doy, porque la tusa la conectaría con la próxima semana santa.
Saben qué, El profesor Grisales me puso 5, pero cree que corté y pegué de algún lado. Es más me amenazó con poseer un programa en Internet que identifica todo tipo de plagios. Lo que él no sabe, es que me importa una mierda lo que haga o no haga, como tampoco me voy a cortar las venas si decido ver a Harry Potter o la repetición del triunfo de Nairo Quintana en la Vuelta a España.
Mi papá ronca, ya lo dije.
Por Lic Osmen Ospino
@osmenw