Oscuridad, esa misma ha visto durante largos años un hombre que posee una barba negra, mal vestido, con unas chancletas dañadas y lleva consigo varios sacos y bolsas que son elementos que permiten su sustento.

Él, es uno de los tantos habitantes de la calle que busca un cambio en su vida, pero es consciente de que solo esto se podrá lograr cuando verdaderamente le entregue su vida a Dios.

Su nombre es Franklin Pava Aarón, tiene 39 años de edad, y actualmente deambula por las calles de Valledupar. Desde las 5 de la mañana llega hasta el Mercado Público a fin de recoger algunos desperdicios para poder comer. De esta forma, aprovecha la oportunidad para recolectar los plásticos, botellas y cartones que son botados allí. Aún con su timidez, él solo se preocupa por intentar acercarse a los locales que hay en ese sector, muy amablemente llega y dice; ‘’buenas, ¿me podría regalar el cartoncito ese que botan?’’. Aunque los propietarios de los negocios que hay en el mercado dudan de su inocencia, se conmueven y no solo le dan cartones y botellas, si es preciso le brindan comida, la que más se vende en esa zona: el arroz de pollo. Si, ese mismo que venden hace años en ese lugar, el que posiblemente a muchos les da pena comer allí, pero que para Franklin Pava, es un postre.

Pava Aarón procedente de Barranquilla Atlántico, llegó a la capital del Cesar hace exactamente 7 años. Él Siempre había escuchado que en Valledupar se tocaba la caja, guacharaca y el acordeón en medio del Festival Vallenato.

Le pregunté cual era uno de sus mayores sueños. A medias me pudo contestar porque había algo que le impedía decirme, solo alcancé a escuchar que quería ver en esta oportunidad a los hermanos López, pero al tiempo sonrió y me dijo: ‘’periodista, eso es un sueño que no se hará realidad, porque yo no tengo plata’’.

Continuando con la entrevista le quise recordar qué es lo que más extraña. Con sus ojos llorosos afirmó que quisiera saber de sus familiares, aunque a sus oídos han llegado noticias de que algunos han muerto, unos porque los han asesinado y otros a causa de enfermedades.

Uno de los tantos sueños de este hombre es tener un hijo. Cuenta que nunca ha sabido lo que es un beso de una mujer, ni mucho menos el afecto que toda persona desea recibir. Alguna vez en su vida se enamoró de una mujer morena, alta y de poco hablar. Según Franklin, una vez intentó acercarse a ella, pero siempre tuvo el temor de que fuera rechazado, de ahí desistió la idea de entregarle sus sentimientos a alguien.

Respecto a tener un hijo, Pava Aarón, con señas me quiso dar a entender que no había plata para traer al mundo un niño, porque no quería que un hijo suyo sufriera las consecuencias que a él le ha tocado vivir, a causa de las malas decisiones que sus padres tomaron durante muchos años.

Hablando de sus padres, ellos siempre han sido su más preciado tesoro. A pesar de que este habitante de la calle estima mucho a quienes lo trajeron al mundo, no olvida de donde viene. Por esto, ha decidido ahorrar del poco dinero que gana para poder viajar hasta Barranquilla, y quizás, hasta quedarse allá a fin de pasar los últimos días de su vida junto a sus padres. De ellos poco sabe, la última noticia la supo hace cuatro años atrás, en la cual un amigo (también habitante de la calle), le hizo saber que sus familiares lo esperaban en La Arenosa.

Franklin Pava Aarón dice que a veces no quisiera dejar a Valledupar, porque según él esta es una ciudad muy amañadora. Una de las cosas que más lo amaña es el Rio Guatapurí, sus aguas cristalinas y la fuerte brisa que ronda por los alrededores del Balneario Hurtado.

habitante de la calle 2

Este habitante de la calle llega al río a diario y temprano a eso de las 4 de la mañana se dispone a bañar, puesto que es el único lugar a donde puede hacerlo. Señala además que se siente ‘’como un niño’’ cuando está bañándose, cree que Valledupar tiene algo que lo atrapa y es la solidaridad de la gente, que gracias a eso ha podido comer varias clases de comidas. El alimento que algún día pretende probar nuevamente, tal vez cuando algún ciudadano de Valledupar le ofrezca alguna comida distinta a la acostumbrada a consumir es el pollo.

Se cumple la jornada de ir a vender los plásticos y botellas que recogió el día anterior. Franklin, mira hacia los lados porque piensa que le pueden robar lo poquito que ha ganado, unos 7 mil pesos que le sirve para comprar los alimentos durante esos días en que nadie se acuerda de él.

habiatnte de la calle con un gamin periodista

Culminando con esta entrevista, me conmovió tanto que le pregunté por ultimo: señor Franklin, ¿Cómo hace usted los días en que no puede reciclar algún cartón para venderlo, o cuando no hay dinero para comprar comida?. Antes de responderme esta pregunta se echó a reír, agachó la cabeza y segundos después la alzó, pensé que me iba a decir groserías. Pero me sorprendió tanto, que en medio de las lágrimas expresó su nostalgia, porque que hay momentos en que dura dos días sin comer y pocas son las personas que se compadecen de él.

Se secó las lágrimas, sacó un trapo de una bolsa para restregársela por la cara. Pasado los minutos me extendió su mano porque debía marcharse para vender el reciclaje. Dio un paso y me dijo: ’’nací en la calle, pero no quiero morir en la calle’’.

Por: Cristian Bohórquez

Redacción Tuperfil.net

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