La diferencia entre Nicolás Gaviria, el hijo del Magistrado Luis Gabriel Miranda y el Senador Eduardo Merlano es ninguna. Los 3 desde las difusas reglas de la más rancia vanagloria colombiana creen estar por encima de la ley.

El primero amenazó con mandar a los policías a las selvas del Chocó, decía conocer al General palomino y ser familiar del mismísimo expresidente Gaviria.

El hijo del magistrado Miranda estaba “echando un polvo” en la camioneta asignada a su “papi”, y éste, o sea el honorable Magistrado, entro en ira santa porque a su “muchachito” no se le podía tratar como un cualquiera. Los policías salieron regañados.

Mientras tanto Merlano, hacía alusión despótica de los 50.000 votos que había sacado en su elección al Senado de la república, como argumento único para violar la ley. Los policías que abordaron a Merlano siguen padeciendo presiones de sus superiores en este momento.

Después de estos tristes incidentes los colombianos seguimos esperando que María del Pilar Hurtado confiese quién se benefició con Las chuzadas. Aunque la exdirectora del DAS siga haciendo esa pregunta ridícula y arrogante: ¿Usted no sabe quién soy yo?

Seguimos esperando por ejemplo que alguien cuente con detalles quién dio la espeluznante orden para ejecutar los más de 4.000 falsos positivos que se llevaron a cabo sistemáticamente en el gobierno de la seguridad democrática. Pues el chiste de que eran casos aislados o manzanas podridas se quedó sin argumentos. Ya la frase egoísta y despreciable, ¿Usted no sabe quién soy yo?, como respuesta inmoral, suena más a cortina de humo que oculta la pestilencia de algunos miembros de la extrema derecha nacional.

Los colombianos quisiéramos darle una mirada desprevenida a las declaraciones de renta de los Presidentes, congresistas, ministros, gobernadores, alcaldes, magistrados, jueces, sacerdotes, pastores … de sus hijos, esposas, primos, tíos o sobrinos.

Nomás para ver cómo, cuándo y de dónde obtuvieron el dinero para ostentar sus escandalosos estándares de vida. Así sabríamos sin tener que escuchar la frase criminal, ¿Usted no sabe quién soy yo?, quienes nos gobiernan, quiénes son sus aliados, a qué ética le apuestan… solo por molestar. Solo eso.

Qué patriótico y generoso sería escuchar las respuestas categóricas de los autores intelectuales de las masacres perpetradas por grupos al margen de la ley y amparados en la ley en los últimos 20 años. Y no obtener en calidad de contestación rabietas simuladas, contradenuncias sin evidencias y estadísticas falsarias… cómo si el fin siempre justificara los medios. Y después salir despavorido como “sanguijuela de alcantarilla”, escondiendo detrás de unos logros políticos miserables la sangre de cientos de víctimas inocentes. ¿Usted no sabe quién soy yo?, para estos casos sobra.

Ésta generación de colombianos imbéciles, una élite asombrosamente minoritaria, los aristocráticos de la oración, ¿Usted no sabe quién soy yo?, no sólo saben que tienen prerrogativas, están seguros que la urdimbre social está hecha a la medida de sus pretensiones: hay una Colombia legal para los de ruana y otro país para los que están por encima del sistema normativo. “Esto pasa porque funciona”, sentencia con crudeza el expresidente de la Corte Constitucional Carlos Gaviria, quien explica: “Uno sabe que aquí hay privilegios y que son tenidos en cuenta; que hay apellidos influyentes y que hay roles sociales que inmunizan frente a la actuación de la autoridad”

¿Usted no sabe quién soy yo?, no es más que otra secuela maléfica de largos años de esclavitud en nuestro territorio, en contra de sectores y grupos poblacionales excluidos históricamente de sus derechos fundamentales. Lo anterior es particularmente fuerte en sociedades como la colombiana, donde existen fronteras de segregación de clases muy potentes, apunta el abogado y politólogo Mauricio García Villegas, profesor de la Universidad Nacional: “Aquí las clases sociales nunca se encuentran, ni siquiera en el fútbol. Los ricos y los pobres solo se encuentran en situación de subordinación, cuando el rico tiene contratado al pobre para algún servicio, o algo así, pero en situación de ciudadanos nunca están juntos”.

A esta realidad excluyente hay que abonarle el papel crucial de la educación en colombia. Educación para pobres y educación para ricos. Los primeros deberán escuchar solemnemente las notas marciales del himno nacional y a viva voz alguien le vociferará, en tono alicorado y humillante: ¿Usted no sabe quién soy yo?

Los segundos estudiarán en Estados unidos y Europa después de haber hecho los estudios de pregrado en la Javeriana o en la del Rosario. Creerán a ciegas que la Nacional, la de Antioquía o la del Valle son los nichos de la subversión y que ellos son los tarzanes modernos en las discotecas de La calera. Se me olvidaba, siempre encontrarán el momento y el motivo para preguntarle a alguien: ¿Usted no sabe quién soy yo?

Carlos Alberto Uribe, antropólogo de la Universidad de los Andes, califica estos comportamientos propios de las clases pudientes o de los politiqueros del país de “intrusiones de nuestro pasado señorial y patriarcal en el presente”. Esos hidalgos son los remotos ancestros de nuestros ‘doctores’ de hoy o de los señoritos del presente, generalmente hombres y mujeres poseedores o compradores del conocimiento, en especial de la ley”.

Algunos expertos en el tema le atribuyen estas actuaciones infames de cierta élite de colombianos y colombianas, además de las anteriores a la influencia mayúscula del narcotráfico, a la doctrina deleznable del ventajismo, avalado casi siempre por el sofisma oprobioso, “es que todos lo hacen”. Las bandas narcoparamilitares amenazaban con la diatriba iracunda, “usted no sabe con quién se está metiendo”, y al parecer, ésta frase parece haber mutado en la célebre: ¿Usted no sabe quién soy yo?

Nicolás Gaviria, Eduardo Merlano, el magistrado Miranda y su hijo en su momento le pidieron disculpas al país. Entiéndase la palabra disculpas como un saludo a la bandera, es decir, en cuanto los grandes medios de comunicación le quiten la publicidad al sórdido episodio, todo quedará en el apesadumbrado olvido, hasta cuando otro badulaque, proveniente de ésta casta de canallas, en estado de ebriedad le recuerde al país, que vivimos en la sucia doctrina del ¿Usted no sabe quién soy yo?

Pero por supuesto, aunque no parezca, los colombianos si sabemos quiénes son estos mequetrefes.

Osmen Wiston Ospino Zárate
Pedagogo:Normal Marina Ariza Santiago
Licenciado en Administración Educativa: Universidad San Buenaventura
Especialista en Metodologías del Español y la literatura: Universidad de Pamplona
Especialista en Educación con enfasis en evaluación educativa:Universidad Santo Tomás.
Diplomado en Políticas educativas públicas: Universidad Pedagógica Nacional.

Diplomado en Investigación Socio-jurídica: Fundación Universitaria del Área Andina.

Diplomado en Docencia Universitaria: Convenio INFOTEP-Escuela de Minería de la Guajira – EMG.

 

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