En un país en guerra los actos de barbarie no pueden obrar como justificación para suspender los diálogos que se llevan a cabo en La Habana entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Sería complacer a los violentos: a las FARC, a Álvaro Uribe y sus áulicos, a Alejandro Ordoñez y su guardia pretoriana ultraconservadora, a los paras que mutaron en las tales Bacrim, a los ex paras que siguen masacrando indígenas en el Cauca.

Cuando Uribe negociaba con las temibles AUC estos “dieron de baja” a Martha Lucía Hernández, Directora del Parque Tayrona, a Carlos Castaño, Miguel Arroyave y Rodrigo Cadena, miembros ilustres de las bandas paramilitares. Que yo recuerde, ante esos hechos nadie se levantó de la mesa. Ni se escucharon lloriqueos hipócritas de la extrema derecha, ni de la extrema izquierda, ni de RCN, ni de CARACOL. Sólo un silencio sórdido y cómplice.

En ese aciago tiempo Luis Carlos Restrepo a nombre de la Colombia de Uribe negociaba en Santa fe de Ralito y los cargamentos de cocaína rodaban por el país, para seguir rumbo a Estados unidos y Europa, y nadie que yo sepa, se levantó de la mesa. Ni José Obdulio, ni Paloma Valencia, ni FEDEGAN. Nadie destilaba patriotismo, ni pedía a voz en cuello, levantarse de la mesa de Ralito.

Según Martha Ruiz, columnista de la Revista SEMANA, reafirmándose en un informe de la Comisión Colombiana de Juristas, “las AUC cometieron más de 2.500 asesinatos y desapariciones durante el cese al fuego. Y según cifras de la propia Vicepresidencia, en los dos primeros años de dicho cese los grupos paramilitares cometieron más de 40 masacres”.  Obviamente, nadie se paró de la mesa.

Para ese tiempo asesinaron en Barranquilla al reconocido profesor universitario Alfredo Correa de Andreis, masacraron a 2 familias en San José de Apartadó, degollaron a los niños, las AUC financiaron candidatos, asesinaron candidatos, se hicieron con el poder local y se empezaba a hablar a grandes voces que el país estaba en manos de la tenaza paramilitar. Con todo eso, nadie se levantó de la mesa.

Hoy, como era de esperarse, el uribismo y las FARC culpan del asesinato de los 11 militares en el Cauca al Presidente Santos. Obvio los violentos más tarde que temprano terminan arracimados y vomitando odios a diestra y siniestra. Los uribistas lo hacen a través de las redes sociales y las FARC a partir de comunicados de prensa.

Ambos usando en beneficio propio el dolor de las familias de las víctimas, el horror como vehículo del miedo colectivo y la coyuntura politiquera para mostrar su talante de cobardes. La mayoría de los colombianos quieren que se siga echando plomo. Como en los últimos 50 años. Ya vienen las elecciones. Los muertos dan votos. Hay que levantarse de la mesa.

Sigamos hablando del chiste de levantarse de la mesa. Según la Revista SEMANA “Mientras Colombia entera lloraba a los 11 militares emboscados y asesinados por las FARC en una vereda de Buenos Aires, Cauca, ese mismo día hombres armados y aún sin identificar raptaron y asesinaron con disparos en la cabeza a cinco miembros de una familia indígena”. Colombianos los soldados, colombianos los indígenas. Levantémonos de la mesa, entonces.

Las viejas voces de la guerra no están agazapadas, ni censuradas por la sociedad del común, al contrario tienen publicidad disponible y propaganda permanente para movilizar los odios. Unos “asesinan”, otros “dan de baja”. Esto no es mercadería semántica, ni baratija conceptual. No es literatura monótona que salva almas, en el fondo, son azuzadores que alientan desgracias para el país.

Son buitres que asisten al sepelio del soldado anónimo para husmear en la angustia de las familias y con ello hacer cálculos electorales. Levantarse de la mesa ahora, sin duda alguna, propiciará más sepelios para los hogares más humildes.

Los halcones de la guerra en sincronía con las FARC esperaban con paciencia éste aleve ataque a estos 11 militares. Duele el asesinato de éstos 11 jóvenes y el de los 5 indígenas a escasos kilómetros uno del otro en suelo caucano. Uno quemando más prensa que otro, pero igual son colombianos que alimentan con sus muertes la vanidad insoportable de la clase política nacional. Duelen, molestan, fastidian las declaraciones de Vargas Lleras exigiendo fechas, tiempos… controvirtiendo el plan de su jefe, el Presidente Santos, parece estar en campaña, a pesar que el 2018 está aún lejos. No quiere ni mesas, ni diálogos, quiere muertos.

Este escrito es sobre el precio de la paz, los costos de la guerra y el desangre de tantas generaciones de colombianos que han prestado, prestan y seguirán prestando sus hijos para alimentar un conflicto, que algunos no quieren que tenga fin.

No levantarnos de la mesa de la Habana es un acto de cobardía afirman los gozosos de la guerra y de valentía al mismo tiempo pensamos algunos. Los ataques van a seguir por parte de ambos bandos… es guerra, señores. Se está negociando en medio del fragor de las balas y hechos de barbarie como el que ocurrió en el Departamento del Cauca se van a repetir. Por eso se está conversando en Cuba. Levantarse de la mesa hoy, es lo mismo que si no nos hubiéramos sentado nunca.

Los ataques feroces seguirán por parte de las FARC y por parte de los dueños del negocio de la guerra. Los primeros se aferraran a sus viejos vicios delincuenciales: golpes a la fuerza pública como mecanismo cruel para seguir discutiendo con mayor vigor en la mesa. El uribismo, el procurador y sus propagandistas pedirán que no haya impunidad, cárcel a rajatabla, 100 por ciento de reparación, cero perdón y mucho menos olvido. Todo para forzar el levantamiento de la mesa de diálogos y volver a la guerra rasa.

Levantarse de la mesa de la Habana es regresar a Marquetalia, a Casa verde… reconocer que como sociedad hemos sido incapaces de resolver nuestras penurias internas, reconocer que una pequeña élite violenta siga disparando cizañas a través de Twitter, y lo peor, que los medios masivos de comunicación sigan dándole publicidad a ésta horda de violentos que odian la paz, porque su consecución los dejaría sin discursos y sin votos.

50 años de horror no pueden ser una excusa válida para levantarnos de la mesa que nos podría acercar a la paz.

Osmen Wiston Ospino Zárate
Pedagogo:Normal Marina Ariza Santiago
Licenciado en Administración Educativa: Universidad San Buenaventura
Especialista en Metodologías del Español y la literatura: Universidad de Pamplona
Especialista en Educación con enfasis en evaluación educativa:Universidad Santo Tomás.
Diplomado en Políticas educativas públicas: Universidad Pedagógica Nacional.

Diplomado en Investigación Socio-jurídica: Fundación Universitaria del Área Andina.

Diplomado en Docencia Universitaria: Convenio INFOTEP-Escuela de Minería de la Guajira – EMG.

 

 

 

 

 

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