Valledupar, octubre 20 de 2025. El pasado 19 de octubre, el Cesar volvió a abrir las urnas para elegir a los Consejos de Juventud. Pero en vez de una fiesta democrática, lo que se vivió fue un silencio: de más de 337 mil jóvenes habilitados, solo el 17% decidió votar.
Las mesas estuvieron vacías, los jurados esperaron, y las campañas que intentaban mover a la juventud apenas resonaron en redes. En los parques y esquinas, pocos sabían siquiera que había elecciones.
El desinterés no es nuevo, pero esta vez fue evidente. Para muchos jóvenes, participar “no sirve de nada”. Otros dicen no conocer ni las funciones de los Consejos de Juventud. Mientras tanto, los movimientos respaldados por alcaldías y partidos tradicionales lograron quedarse con la mayoría de los espacios, aprovechando la baja participación.
La Misión de Observación Electoral (MOE) advirtió que este tipo de ejercicios necesita más pedagogía y visibilidad. Sin embargo, los resultados muestran que el problema no solo es de información, sino de conexión real entre las instituciones y la juventud.
En un departamento donde la política suele verse como un terreno de los adultos, los jóvenes parecen haber decidido mirar desde la barrera. La pregunta que queda flotando es si en el Cesar aún hay espacio para creer en una política distinta.