En estos días en que algunos violentos disfrazados de mototaxistas tienen “sitiada” a la comunidad de Valledupar, no sobra decir, ni más faltaba, que el apoyo, no sé si consciente, que recibe el mototaxismo en la ciudad por parte de un sector minoritario de la Capital del departamento es una apología incuestionable a un acto ilegal que se perpetúa cotidianamente en las calles de nuestro municipio.

Según Juan Luis Arango, frases como al que se vuelve miel se lo lamben, antioqueño no se vara, por la plata baila el perro, la ocasión hace al ladrón, hecha la ley, hecha la trampa son refranes que dan fe de una sabiduría popular propia que inmovilizan el pensamiento y son aceptadas por buena parte de la sociedad como un culto al avispado. Entiéndase por “avispado” a un personaje caradura que se mueve como pez en agua en los pantanos pútridos del delito.

Es cierto: mientras haya una persona que se sube a una mototaxi, porque las busetas no los deja en las puertas de sus viviendas o porque la oferta del transporte público es costoso, la trampa de la inseguridad y la ilegalidad será más grande cada día.

Muy cierto: mientras que se siga pensando que el desmonte del mototaxismo en Valledupar incrementará la ola de robos y crímenes, porque estos señores ya no podrán alimentar a sus familias, se justifica, y eso no es cierto, que detrás de cada mototaxista hay un delincuente en ciernes. Generalizar y estigmatizar en tal asunto es perverso y rastrero.

Las voces que defienden a Valledupar en ésta arremetida violenta de algún sector del grupo de mototaxistas son muchas. Como también son muchas las personas que dejan en el ambiente éstas loas. Primera: el mototaxismo debe legalizarse: es como si se legalizase la inseguridad, los accidentes, los raponazos… el delito. El transporte público de personas no es en motocicletas. Punto.

Segunda: Si no trabajan en sus motocicletas (me refiero a los mototaxistas obviamente) saldrán a robar y a matar: falso. Sólo los que son asesinos y delincuentes lo harán, como seguramente lo vienen haciendo. Los mototaxistas decentes, que son la mayoría, atenderán las sugerencias de la legalidad. Y punto.

Tercera: El culpable es el Alcalde porque tiene intereses en el Sistema de transporte que se está implementando. No sé si el Alcalde tenga o no intereses económicos en el negocio, lo que está claro es que las ciudades modernas para que sean viables en todos los sentidos deben tener un Sistema de transporte efectivo, confortable y confiable. En ese marco legal el mototaxismo no tiene espacio.

Cuarta: El servicio de transporte público en Valledupar (taxis y busetas) es insuficiente y de pésima calidad. Cierto. Pero eso no justifica que debamos aceptar, que ante la ausencia de soluciones legales se acuda a lo ilegal. Por otra parte algún sector minoritario del mototaxismo no puede, ni debe darse a la tarea de violentar la integridad física y los bienes de la comunidad vallenata, en un intento ciego y estúpido para que los entes gubernamentales les solucionen su problema particular de empleo. Forzar a las malas lo ilegal implica que la fuerza pública deba defender a la ciudadanía de los actos vandálicos que rayan en la criminalidad.

Se pueden seguir citando frases encolerizadas que se escuchan en las esquinas de la ciudad en contra de la ciudad.

Podríamos decir también que muchas Instituciones educativas no les permiten desarrollar las labores académicas por cuenta de las revueltas que propician los vándalos. En esas Instituciones paradójicamente estudian en su mayoría los hijos de la mayoría de los mototaxistas. Es decir, son víctimas y victimarios al mismo tiempo.

Es un hecho que los actos violentos (incineración de busetas, quema de llantas, la réplica igual de violenta de la fuerza pública, no se puede repeler con flores a quienes atentan contra la población inerme, ataque a vehículos particulares, etc.), en general se han centrado en las zonas periféricas de la ciudad, claro está, los sectores en donde viven los mototaxistas. Como para variar están violándoles los derechos ciudadanos a las personas que de una u otra manera se favorecen del transporte ilegal.

Es innegable que los personajes (propietarios, conductores, ideólogos, propagandistas y pasajeros) que se mueven en ese vasto sector ilegal del mototaxismo dieron muestras fehacientes que se las saben todas, sus mentes providenciales no hacen negocios, si no que sacan ventajas, algunos se enriquecieron y la mayoría ya no son pobres, sino miserables, en ese orden de ideas unos se creyeron superiores y el resto se encuentran peor que al comienzo.

Por esa grieta ética tolerada por un grueso de la población se desbordó el caudaloso rio de la ilegalidad, producto quizás de una falta de educación adecuada que ha sido incapaz de construir una ética civil en el país. Para el colombiano promedio engañar, mentir y trabajar en un negocio ilegal hace parte del menú del éxito de la vida. Pero eso no es lo peor, lo realmente detestable, es que algunos personajes avivatos (¿violentos?) por el solo hecho de estar en contra del gobernante de turno, ayuden a construir un discurso violento en contra de la ciudad.

A los hijos, esposas, madres, compañeras y familiares de los mototaxistas se les debe aclarar que las acciones violentas que algunos conductores de motocicletas están llevando a cabo son una arremetida en contra de la ciudad. Es ilegal el mototaxismo como solución a la debilidad del sistema de Transporte público en Valledupar, es ilegal y condenable violentar los bienes públicos y privados de la ciudad como justificación a las medidas tomadas por la Alcaldía, y es, obviamente, inaceptable e ilegal que la fuerza pública maltrate a la población civil que protesta (justa o injustamente) o a aquellas personas que se han visto involucradas en los desmanes sin hacer parte de ellos.

Avalar, justificar o mantener un silencio inmutable ante los hechos violentos nos hace cómplices de esos actos execrables. El empleo, la alimentación o la sobrevivencia de algunas familias no justifica la ilegalidad ni la violencia. La famosa combinación de todas las formas de lucha y el fin siempre justifica los medios para convertir lo ilegal en legal es una prueba contundente para seguir atados al atraso, al subdesarrollo, al odio y a la desesperanza.

Por

Osmen Wiston Ospino Zárate
Pedagogo:Normal Marina Ariza Santiago
Licenciado en Administración Educativa: Universidad San Buenaventura
Especialista en Metodologías del Español y la literatura: Universidad de Pamplona
Especialista en Educación con enfasis en evaluación educativa:Universidad Santo Tomás.
Diplomado en Políticas educativas públicas: Universidad Pedagógica Nacional.

Diplomado en Investigación Socio-jurídica: Fundación Universitaria del Área Andina.

Diplomado en Docencia Universitaria: Convenio INFOTEP-Escuela de Minería de la Guajira – EMG.

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