El 25 de marzo, un silencio abrumador comenzó a envolver la vida de Nhora Gamboa. Ese día, su esposo, Germán Ávila, un soldado colombiano retirado que había decidido unirse a las fuerzas ucranianas en su lucha contra la invasión rusa, dejó de contestar el teléfono. La espera, llena de angustia y desesperación, se prolongó durante días, mientras Gamboa permanecía en su hogar en el municipio de Cali, esperando noticias que explicaran la razón de su repentina incomunicación.

Finalmente, una llamada llegó desde el otro lado del mundo. La voz al otro lado del teléfono le informó que Germán había sufrido una trombosis y había sido trasladado de emergencia a Kyiv, la capital de Ucrania, donde estaba ingresado en cuidados intensivos, pero con un estado de salud estable. Aunque aliviada por tener alguna noticia, Gamboa no pudo sacudirse la incertidumbre que la asfixiaba. Las respuestas seguían siendo pocas y las preguntas muchas.

Semanas de incertidumbre y trámites burocráticos transcurrieron antes de que el cuerpo de Germán fuera repatriado a Colombia. Junto a sus restos, viajó un documento que, con frialdad, indicaba la causa oficial de su muerte: infarto cerebral. Sin embargo, ese simple diagnóstico no logró apaciguar la tormenta de dudas que invadía la mente de Gamboa. 

«¿Por qué nunca me dejaron hablar con el médico que lo trató? ¿Qué causó su infarto cerebral? ¿Estaba realmente en combate, cuando se suponía que su labor no incluía pelear? ¿Me están ocultando algo?», se pregunta una y otra vez la viuda, cuyos días desde entonces están marcados por la desesperada necesidad de conocer la verdad detrás de la muerte de su esposo.

La pesadilla que ahora vive Gamboa no es un caso aislado. Otras familias colombianas también han experimentado el horror de perder a un ser querido en la guerra entre Ucrania y Rusia, enfrentando la misma agonía de no saber con certeza qué les sucedió. Las noticias sobre sus seres queridos llegan, en el mejor de los casos, con retraso, y en el peor, con el implacable silencio que solo la muerte puede ofrecer. La repatriación de los cuerpos, un proceso que debería traer algo de cierre, se convierte en una odisea marcada por la incertidumbre y el dolor.

Nhora Gamboa desconoce si su esposo murió en combate, si fue víctima del estrés brutal de la guerra, o si, como indica el documento oficial, falleció por causas naturales. Sin embargo, lo que sí tiene claro es que no descansará hasta descubrir la verdad. Esta historia, aunque trágica, es un reflejo de la realidad que enfrentan muchos en el mundo, donde la distancia y los conflictos bélicos convierten el duelo en una interminable búsqueda de respuestas.

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