En la actualidad, se entiende que la democracia es un sistema que permite organizar  un conjunto de individuos, en el cual el poder no radica en una sola persona sino que se distribuye entre todos los ciudadanos. Por lo tanto, las decisiones se toman según la opinión de la mayoría.

Es decir, el poder lo ha de tener el pueblo, es lo que se debe entender por democracia. Estos conceptos sobre democracia vienen desde los tiempos de Platón y Sócrates, los cuales, no me quedan dudas, deben estar revolcándose en sus tumbas, al observar el rumbo siniestro que ha tomado tan civilista término en estos días aciagos.

 La democracia real debe cimentarse en una ciudadanía autónoma y civilista dicen los expertos en el tema. Pero la autonomía y la civilidad son elementos que se propician a partir de una educación de calidad. La educación de calidad eleva las posibilidades de raciocinio y el acceso a unos estándares de vida adecuados para elegir dentro de una baraja de candidatos, a aquel que ofrezca el mejor programa de gobierno y no pretenda llenarse los bolsillos con los dineros del erario público, o peor, lavar los bienes mal habidos de ciertas familias poderosas que esconden sus delitos en los alijos de la política.

Títere y titiritero así han de llamarse los candidatos y los oscuros mecenas que están detrás del telón circense que se develará el 25 de Octubre.  Los títeres y los titiriteros saben cómo es “la vuelta”. Los votantes del común se han tragado el cuento chimbo que Colombia ostenta la democracia más sólida de América latina y va y elige.

Cumplen mansamente con el deber constitucional de elegir con milimétrica  precisión el verdugo que le robará el futuro a la nación: los bobos son otros (comentan sin decoro títeres y titiriteros en los salones perfumados del Club Valledupar).

Los demócratas del pueblo (los bobos del cuento es el alias con que son identificados en los festejos posteriores) se jactan de conocer “la vuelta” de la politiquería y van y eligen.

Los bobos del cuento se enorgullecen de pertenecer a un partido político. Liberal, conservador, polo democrático, centro democrático, alianza verde, indígenas, negros, cristianos, lunáticos… grupos significativos de ciudadanos: democracia a granel es la señal de semejante torre de babel de vanidades.

De esa manera cualquiera aspira a una curul, arregla reuniones, se autodenomina representante de un grupo vulnerable de la población, se hace “contar” por los titiriteros del poder local, recibe unos cuantos pesos y desaparece por 4 años con exactitud.

A algunos la suerte les sonríe, son títeres de cuna, vienen de un estrato popular, es profesional de la universidad pública, han vivido algún cuarto de hora en la administración local, cuenta con los votos de varias iglesias cristianas, eso es un valor agregado en estas épocas de angustias existenciales, hipoteca no solo sus convicciones, perdón los títeres no poseen ese raro ingrediente, le venden el alma a Dios y al diablo. Y, después, obviamente, no pueden nombrar ni una aseadora sin la aprobación reverencial del titiritero que lo hizo elegir. Los votos de los bobos no cuentan.

¿Se debe hablar de democracia real en Colombia, en el Cesar y Valledupar? Una democracia sin partidos políticos, sin estructuras ideológicas distinguibles para el votante común y corriente, sin líderes libres, con caudillos atornillados a la semántica de la violencia, con mafias que han convertido la administración pública en un oneroso negocio de una élite voraz. Los bobos y sus votos garantizan que el contrato de la alimentación escolar y el transporte de los estudiantes en la zona rural y urbana contaminen las elecciones del 25 de octubre.

Algunos bobos que laboran en las administraciones municipales y departamentales deben entregar sumisamente un alto porcentaje de su sueldo a un “contratista” amigo o familiar de los mandatarios locales para mantenerse en el cargo. La marquilla en el trasero de ese grupo político que lo colocó a trabajar lo perseguirá eternamente. Habrá de votar en público por ellos toda la vida y deberá rumiar la peor humillación del mundo de ser contado como una res en una pesebrera por mucho tiempo. Admirará a Pepe Mujica, a Nelson Mandela, a Claudia López o a Jorge Robledo en las conversaciones íntimas, pero el 25 de octubre mandará su ética y su orgullo a la mierda y votará por la U, Cambio radical o el Centro democrático. Su estómago le ganará una vez más a su raciocinio, y eso a todas luces, tarde o temprano le dolerá, o se acostumbrará.

Así se sustenta y soporta ese eufemismo grosero que algunos (títeres, titiriteros y bobos) denominan arrogantemente la democracia más sólida de América latina.

En la discusión para definir como bobos o idiotas a los votantes que mantienen a Colombia sumida en la violencia, la corrupción y el atraso, existe un chiste que ayuda a ilustrar tal controversia: 2 idiotas son 2 idiotas, 4 idiotas son 4 idiotas, 1.000 idiotas son 1.000 idiotas y 30.000 o más idiotas son un partido político.

Sueño, soñar no cuesta nada, es un derecho no constitucional, que debería ejercer todo colombiano, con un 25 de octubre de 2015, en el cual todos los valduparenses, cesarenses y colombianos le pateemos el trasero a ésta idiotocracia o bobocracia, así suena mejor, que ha coadyuvado indefinidamente la elección de títeres y titiriteros. Sueño, soñar no cuesta nada, es un derecho no constitucional, que debería ejercer todo colombiano, con un 25 de octubre de 2015, en el cual todos los valduparenses, cesarenses y colombianos le pateemos el trasero a la corrupción, la desigualdad social, la violencia y la miseria.

Los títeres y los titiriteros están listos para la función inicial. Saben cómo es la “vuelta”: el whisky, el asado, las oraciones, la repartija de secretarías y contratos en los clubes, las iglesias y las casas-fincas no hacen parte del orden del día. Todo está acordado, todo tiene dueño, todo sale como estaba previsto… todo.

Los bobos, los idiotas, los dueños del poder, los materializadores de la democracia, como decía Sócrates y Platón, viajan en destartaladas busetas hacía sus humildes viviendas, ebrios de “democracia”…

 Osmen Wiston Ospino Zárate
Pedagogo:Normal Marina Ariza Santiago
Licenciado en Administración Educativa: Universidad San Buenaventura
Especialista en Metodologías del Español y la literatura: Universidad de Pamplona
Especialista en Educación con enfasis en evaluación educativa:Universidad Santo Tomás.
Diplomado en Políticas educativas públicas: Universidad Pedagógica Nacional.

Diplomado en Investigación Socio-jurídica: Fundación Universitaria del Área Andina.

Diplomado en Docencia Universitaria: Convenio INFOTEP-Escuela de Minería de la Guajira – EMG.

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