Valledupar, mayo 25 de 2025. Una grave denuncia hizo pública la señora Mabel Arrieta, madre del joven enfermero Adolfo Herrera Arrieta, quien asegura que su hijo fue víctima de escopolamina en Valledupar por parte de un sujeto que, tras ganarse su confianza, lo drogó y despojó de todas sus pertenencias. La mujer no solo relató los hechos, sino que también cuestionó duramente la actuación de la Policía, a quien acusa de no haber respondido adecuadamente pese a la evidencia y la denuncia instaurada.
Según el testimonio de Mabel Arrieta, el presunto delincuente se hizo amigo de su hijo Adolfo y logró convencerlo de reunirse en su residencia. “El señor llegó hasta su casa, compró una botella de aguardiente, un Electrolit, y compartieron unos tragos. En el cuarto o quinto trago, mi hijo dice que no quiso más y el sujeto aprovechó para echarle las gotas en el trago. Desde ahí mi hijo perdió totalmente el conocimiento”, narró.

El agresor lo despojó de sus pertenencias personales, entre ellas ropa, zapatos, bolsos y dinero, y lo dejó encerrado en su casa desde el jueves en la tarde. Fue hasta la mañana del viernes que, al notar la ausencia de comunicación, otro de sus hijos acudió al apartamento y encontró a Adolfo en estado de semiinconsciencia. “Estaba agonizando, lo llevamos a la clínica pediátrica y el doctor nos dijo que si no lo llevábamos a tiempo, le hubiera dado un paro respiratorio”, agregó la madre.
En la clínica se interpuso la denuncia ante las autoridades. El caso fue remitido a la Fiscalía y se prometió designar un investigador. Sin embargo, al no ver avances y temiendo que el delincuente siguiera libre, la familia decidió actuar por su cuenta.
El sujeto, identificado falsamente como Sebastián Loaiza, también se contactó con otro de los hijos de Mabel, de Juan Herrera, aparentemente con la misma intención drogarlo. La familia entonces ideó un plan para hacerlo caer nuevamente. “Le dije a mi hijo que sirviera de carnada, que aceptara una cita con él. Lo contactamos en un restaurante, donde estaba vigilado por nosotros”, relató la madre.
Una vez el sospechoso llegó, Adolfo —ya recuperado— lo reconoció y su madre lo interceptó. “Lo encuellé, lo puse contra un carro, le di una cachetada y le dije: ‘¿Cómo va a ser posible que usted casi mata a mi hijo? Eso no se lo perdono’”, contó.
Llamaron a la Policía, pero la respuesta de los uniformados, según denuncia la familia, fue desalentadora. “Nos agredieron verbalmente, nos trataron como si fuéramos payasos. No lo querían capturar, decían que no estaba en flagrancia, que no había procedimiento que hacer”, manifestó indignada.
Según la señora Arrieta, el sujeto portaba hasta cuatro cédulas diferentes, con distintos nombres, y se hacía pasar por Sebastián Loaiza, cuando en realidad su nombre sería Carlos. A pesar de esta evidencia y de una denuncia en curso, los policías inicialmente se resistieron a trasladarlo.
En una motocicleta, la madre del joven siguió al vehículo policial en moto hasta constatar que lo llevaban a la estación. Sin embargo, incluso en ese trayecto sintió que los uniformados no se tomaban en serio la situación. “Iban riéndose con él. Nosotros éramos los payasos. Cuando pararon el camión como para bajarlo, me bajé también y les dije que esto lo iba a denunciar. ¿Cómo es posible que estén protegiendo a un delincuente con varias cédulas falsas?”, reclamó.
La mujer concluyó su denuncia con un llamado desesperado a las autoridades para que actúen y protejan a los ciudadanos. “Nosotros no valemos nada para ellos. Le creen más al delincuente que a una madre que está entregando a un criminal que casi mata a su hijo. Esto no puede seguir pasando”, sentenció.
Entre tanto ya un poco recuperado, Adolfo indicó que no vio ningún problema de aceptarle la invitación al sujeto, porque supo ganarse la confianza indicando además que era miembro de la fuerza pública. No obstante, con esta experiencia vivida, anotó que le deja como enseñanza que no se puede confiar en nadie.
De acuerdo con Adolfo, un colega de él también dedicado a la enfermería, fue víctima del mismo delincuente, y aún se encuentra recluido en una clínica de Valledupar producto del suministro de escopolamina.
Hasta el momento no se ha confirmado oficialmente si el presunto responsable quedó a disposición de la Fiscalía o si fue dejado en libertad. La comunidad espera una respuesta clara por parte de las autoridades sobre este caso que ha generado indignación en Valledupar.