Me ha sido imposible sacar de mi memoria esos bellos recuerdos de infancia, cuando acompañaba a mi padre al río Cesar, debajo del puente Salguero. Mientras mi padre dirigía a los paleros que le llenaban del volteo con arena del río, y “mamaba” gallo con sus colegas, expertos en echar cuentos verdes, yo me dedicaba a intentar tomar en mis manos a los peces que se alcanzaban a ver en esas aguas cristalizas del río. Las playas del río eran atractivas para quienes hacíamos castillos en la arena, y para quienes usaban esa arena para construir gran parte de la Valledupar de ese entonces, un pueblo apacible y pequeño.
Eso es historia, el río Cesar hoy día es una cloaca irrecuperable.
Y si no nos ponemos las pilas, en las mismas va a quedar el río Guatapuri. El rey del valle cada día está más debilitado y contaminado, lo cual llevó a un grupo de ciudadanos a entablar una acción popular que llevó al Consejo de Estado a hacer sujeto de derecho al afluente, conminando a La Alcaldía de Valledupar y a la empresa EMDUPAR, así como a Corpocesar, a adoptar medidas que permitan descontaminarlo. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y las entidades antes citadas, lo único que hacen es tirarse la bolita. Del cumplimiento poco se ve.
Hoy el Consejo de Estado falla en segunda instancia, le da la razón a los ciudadanos, a la Procuraduría que intervino coadyuvando la acción popular, y los conmina de nuevo a tomar las medidas. Ya no existe más plazo, no se valen más pretextos, hay que actuar ya antes de que el Guatapuri corra la misma suerte del río Cesar.
Ahora bien, la obligación no es solo de Emdupar, de Corpocesar, de la Alcaldía. La obligación de cuidar el Guatapuri es de todos, desde quienes lo ven nacer allá en la sierra nevada, hasta quienes lo disfrutamos en el balneario, hasta quienes viven a sus orillas y a veces aguantan sus embates. Si no cuidamos al rey del valle, solo seguirá reinando en nuestros recuerdos. Si no cuidamos al rey del valle, su trono quedará vacío en poco tiempo, y eso sí, sería el acaboses.