Uno de los grandes causantes de los problemas humanos, es la bendita costumbre de procrastinar. Aplazar, aplazar, aplazar, deliberadamente, hasta que el problema que nació pequeño, se volvió un gigante.
¿Le ha pasado que los impuestos o las facturas que debía pagar hoy, los aplazó para mañana?. Ese mañana es mañana o se convierte en un mañana, que a veces no llegará. Y cuando llega, lo hace con dolores de cabeza, con estrés, con problemas del colon, con problemas más grandes. Mejor dicho, por procrastinar , por aplazar, el enano se nos convierte en un gigante.
Suele pasar en lo personal, suele pasar en lo empresarial, suele pasar en lo institucional. Para la muestra un botón, lo que le ocurre al Municipio de Valledupar. Un problema que comenzó pequeño hace 16 años con la invasión de unas personas reclamando casa, hoy es un gigante de más de 3 mil familias que deben ser reubicadas por orden de la Corte.
¿Y saben qué es lo peor?, que quienes procrastinaron hoy día ven de lejos, descarados, mudos, que su mala costumbre de aplazar la solución a los problemas del municipio que gobernaban, que su manía de no saberse apretar el cinturón cuando debieron, hoy hace que otro que apenas hace seis meses llegó a la Alcaldía, pague los platos rotos.
Prefirieron posar de populistas, de comprensivos antes que desalojar a los invasores. Prefirieron mantener viva la culebra porque muerta no les significaba votos, y hoy, tenemos a una justicia haciendo cumplir la ley sin mirar que la solución al problema lo tiene no solo un alcalde, que este sí, está entre la espada y la pared.
Pa que aprendan los gobernantes, que aplazando y aplazando, no se hacen daño solo ellos, sino que le hacen daño a la comunidad que gobiernan, por procrastinadores, por ineptos.