Agosto 5 de 2024
Una cosa es decirlo desde fuera, sentado en un escritorio, en la fría Bogotá, y otra cosa es meterse en esos predios que la Corte Constitucional exige sean desalojados, y sus habitantes, por lo menos los que tienen el derecho, sean reubicados.
¡Vas para el infierno!, me dijeron. No me dio miedo, la verdad. Yo nací en una invasión llamada Las Tablitas, hoy Primero de Mayo. Y me críe en otra, Los Fundadores. Así que tengo calle, me ufano de eso. Entonces meterme este fin de semana a Altos de Pimienta, fue para mi natural. Conozco a este tipo de gente, necesitada, trabajadora, honesta. ¿Qué hay delincuentes!?. Como en todas partes, menos los de cuello blanco, esos están en otros sectores. Esos se enquistaron en los cargos públicos, alimentándoles las esperanzas a los más pobres para que votaran por ellos, pero los dejaron con sus aguas servidas corriendo por las calles, con sus calles sin pavimentar porque la ley no se los permite, sin colegios, y escasamente programa sociales como el comedor del adulto mayor, a donde son atendidos a diario, unos 140 viejitos, habidos de su almuerzo, al que tienen derecho de lunes a sábado, los domingos ellos se lo arreglan por otro lado.
Llegue a Altos de Pimienta, y me senté plácidamente en la puerta del rancho de la señora María, una adulta mayor que vive completamente sola y se gana la vida vendiendo tintos. Con Manuela, una líder del sector, que se ocupa por trabajar tanto por los otros, olvidando que reside en un rancho a punto de caerse, pero que muestra orgullosa, y dice es donde dice, vive feliz.
Nuestra tenia como fondo musical, la risa de los más de diez niños que jugaban con una cuerda en una esquina del sector. Eso que se ha perdido en otros sectores, aún se mantiene allí, donde no hay dinero para un celular, y aun jugar en la calles, es una opción, la mejor, la que hace feliz a una niñez que pareciera no estar consciente de que el 30 de octubre, serán desalojados, cosa que ellos ven imposible, y que sería la peor salida de esta problemática.
Salí de Altos de Pimienta con el corazón arrugado, pero lleno de esperanza de que se encuentre una salida humanitaria, a este fenómeno que los mandatarios negligentes por decirles menos, dejaron crecer.