Todos estamos indignados por la humillación a la que somete Maduro a los compatriotas en la frontera. La indignación nos lleva a levantar la voz exigiéndole al presidente que se pare firme, que se amarre los pantalones. La indignación nos lleva a aplaudir a Uribe por agitar la bandera con megáfono en mano en la frontera, y pedimos ¡vuelve Uribe¡. La indignación nos lleva a cuestionar a los mudos de la izquierda que han querido pasar de agache en esta crisis. Piedad Córdoba, Cepeda, Robledo, Petro, callados, tan callados que su silencio es ruidoso.

La indignación nos tiene usando la camiseta de la selección Colombia en una jornada de indignación por nuestros compatriotas. Todo eso es válido, justificable, pero como somos olvidadizos expertos en pasar la página y poner las noticias en el top 1 de acuerdo con el momento, temo que dentro de poco nos hayamos olvidado de esos por los que hoy estamos indignados.

Temo que dentro de pocos meses el titular de «Aquí tendrán trabajo y colegio para sus hijos: Santos», lo cambiemos por » Expulsados de Venezuela se quejan por incumplimientos del presidente».

Otro titular dirá: » Asesinan a hombre que atracaba en Maicao», y el cuerpo de la noticia dirá que se trataba de un hombre que había sido expulsado por Maduro meses atrás. Y algún periodista juicioso investigara y descubrirá que a ese abatido por la Policía,  le tocó irse a las calles a robar por física hambre de sus hijos en casa, quienes no paraban de llorar.

¿Cómo hacemos para no perder la emoción?.  ¿Será que le cumpliremos las promesas a esos indignados por los que estamos dispuestos hasta a tomar las armas?

De la emoción a la realidad hay un trecho importante. Solo si el país se porta como un país serio, podrá evitar que dentro de poco, esos expulsados regresen a Venezuela por necesidad, o por la emoción que proveerá el abrazo que tarde o temprano, cuando la tormenta política pase en el vecino país, se darán Maduro y Santos. Porque habrá abrazos, fotos en las portadas de los diarios, y no guerra.  Un problema aplazado para cuando se requiera aplacar una nueva tormenta.

Por Limedes Molina Urrego

@LimedesMolinaU

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