Serbeleón Obregozo y su esposa  perdieron a su hijo hace diez años, cuando apenas había cumplido 16. Fue en un accidente de motocicletas ocurrido sobre la avenida circunvalar de Valledupar, detrás de la DPA. El jovencito Iba en compañía de un amigo después de disfrutar de un paseo al balneario Hurtado. Ambos salieron disparados de la motocicleta y perdieron la vida.  Ambos están sepultados en el Cementerio Jardines del Eccehomo, y ambas tumbas sufren siempre que un artista de talla nacional como Martín Elías es sepultado en ese campo santo.

Serbeleón y su esposa protegen la tumba de su hijo

Sus tumbas se convierten en la alfombra sobre la cual pisan al momento del sepelio, pero peor aún, sus lápidas son esos lugares sobre los cuales se suben los curiosos para ver ingresar el ataúd a su última morada.

Por esa razón Serbeleón y su señora madrugaron este lunes 17 de abril para llegar temprano a la tumba de su muchacho con el fin de protegerla. Se sentaron sobre ella con el fin de que por lo menos la presencia de ambos, inspirara respeto y los imprudentes no la usaran para presenciar el sepelio de Martín Elias Díaz, fallecido el viernes santo en un accidente de carretera.

Y es que de las experiencias se aprende. Hace casi cuatro años cuando Diomedes Díaz falleció, los daños que sufrió la tumba del joven  fueron enormes. Esta vez por lo menos, el daño fue evitado.

Pero el ejemplo de la familia Obregozo no lo tomaron los familiares de los otros  difuntos que son vecinos de Diomedes Díaz desde hace cuatro años, ni de su hijo desde hace unas horas. Por eso, muchos aprovecharon para subirse sobre las lápidas y destrozarlas.

“Esta situación debiera tener control” dice Serbeleón, quien lamenta que a pesar de ser un cementerio privado, no exista quien controle un acto tan multitudinario como el sepelio de artistas como Martín Elias, Diomedes Díaz o Kaleth Morales, sepultado a pocos metros de sus colegas. Esa tumba también ha sufrido, a tal punto que su padre, Miguel Morales, ha amenazado en algunas oportunidades con trasladar el cuerpo de su hijo a otro cementerio.

El llamado entonces es para las autoridades, con el fin de que metan en cintura a quienes abusan de estos actos masivos.

Algunos dolientes se hacen esta pregunta: ¿Cuál es la necesidad de que una multitud observe el momento en que un cadáver ingresa a la tumba?. Ese debiera ser un acto privado, un momento íntimo de la familia.

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