Valledupar, octubre 30 de 2025 – Desde hace dos años, he dedicado mi tiempo y mi mirada a un mismo propósito: encontrar los mejores momentos para fotografiar la Luna. Soy un apasionado de su luz, de sus fases, de cómo cambia su rostro noche tras noche, como si cada ciclo fuera una nueva historia que contar.
He aprendido que los instantes más mágicos suelen darse entre el final de cada mes y los primeros quince días del siguiente. Es allí donde su brillo se enciende como los faroles que despiertan la noche, donde la sombra y la claridad bailan una danza de revolución en marcha sobre el cielo.Para mí, la Luna no es solo un astro: es una presencia cercana, una compañera de caminos. Es la luna vallenata, testigo de amores, nostalgias y cantos que nunca mueren. Y también es la luna sanjuanera del maestro Roberto Calderón, esa que se asoma sobre los patios, las parrandas y los recuerdos de quien alguna vez cantó al amor bajo su luz.
Cada vez que salgo con mi cámara, siento que voy al encuentro de esa misma magia. A veces se esconde, otras me sonríe, pero siempre me inspira. Fotografiar la Luna es mi forma de cantarle: de intentar atrapar, con luz y paciencia, una emoción que solo ella sabe despertar.
Por Adamis Guerra







