Estamos amenazados

En treinta años de ejercicio periodístico he sido víctima de amenazas en varias ocasiones. A través de llamadas, panfletos o mensajes enviados por terceros, más de una vez me han conminado a callar o abandonar mi tierra. Y aunque rara vez he hecho públicas estas intimidaciones, siempre he tenido mis motivos para mantener silencio.

En primer lugar, porque —como no hay cuña que más apriete que la del mismo palo— cuando un periodista denuncia amenazas, lo primero que se escucha en algunas salas de redacción es que todo se trata de un embeleco, de una autoamenaza, o de un intento por obtener escoltas, un carro blindado, un exilio en Canadá o Suiza, o simplemente protagonismo.

Segundo, porque la tramitomanía para ser escuchado por las autoridades es tediosa, desalentadora y desgastante.

Tercero, porque casi nunca las investigaciones permiten esclarecer el origen de las amenazas.

Cuarto, porque en caso de que se otorgue protección, no hay cosa más incómoda que cargar un escolta detrás todo el día.

Y quinto —y este siempre ha sido mi principal motivo— porque estoy convencido de que uno se muere cuando Dios quiere, no cuando alguien más lo decide. Confío en la protección divina, y la verdad, nunca me ha fallado.

Sin embargo, esta vez he decidido dar a conocer las nuevas amenazas de las que soy víctima. Y lo hago porque no solo me tocan a mí: también alcanzan a un periodista del equipo de TuPerfil.Net.

Les cuento.

El pasado 12 de octubre, mientras almorzaba en un restaurante al norte de la ciudad, en compañía de mi esposa y dos parejas de amigos, recibí un panfleto enviado a mi celular. Un presunto miembro de un grupo ilegal me exigía entregar las contraseñas y el usuario del portal TUPERFIL.NET que dirijo, so pena de ser declarado objetivo militar.

Informé de inmediato al alcalde Ernesto Orozco, quien casi al instante me comunicó con el secretario de Seguridad. Este último delegó a un funcionario de la Sijín, que horas después me tomó una declaración telefónica.
De ahí en adelante, silencio absoluto… hasta un mes después, cuando un funcionario de la Policía Metropolitana me citó a su despacho para hacerme exactamente el mismo interrogatorio que ya había respondido.

Como dije, nada más tedioso que presentar un denuncio.

Ese día decidí levantarme y decirle amablemente al funcionario que dejara así. Me pareció un procedimiento burocrático que, por la demora y la repetición, no conduciría a nada.

Pero el pasado viernes la situación cambió. Uno de mis colaboradores recibió dos llamadas —sumadas a una anterior— en las que un presunto miembro de una organización criminal lo instaba a abandonar la ciudad y lo amenazaba de muerte por publicaciones hechas en TUPERFIL.NET sobre integrantes de ese grupo.

Ahí sí me alarmé. Ya no era solo yo: era alguien de mi equipo.

Por eso, decidí hacer público este hecho —aun sabiendo que algunos colegas lo pondrán en duda— para proteger a mi colaborador y dejar constancia de lo que ocurre.

Aun así, quiero dejar claro que en TUPERFIL.NET seguiremos haciendo nuestro trabajo: informar y ejercer control al poder, como nos corresponde. Aunque sea inevitable sentir ansiedad por estar bajo la mira de un grupo ilegal, no dejaremos de cumplir nuestra labor periodística.

Solo espero, como director de este medio digital, que ahora sí las autoridades tomen en serio estas amenazas, que durante años hemos considerado gajes del oficio, pero que siguen poniendo en riesgo la vida de quienes hacemos periodismo en esta región.

Por Limedes Molina Urrego

Director TUPERFIL.NET

deja una respuesta