La profesora Alicia fue la primera docente que me dio reglazos. Mi mano pequeña de entonces, resistió hasta el cansancio los castigos de esa señora que parecía más un sargento que otra cosa. Una vez me cascó simplemente porque la cartilla de cartón que me quería quitar un compañerito, término partida por la mitad cuando con el ladroncito amigo mío, me la quiso robar. Hoy no sé si mi amigo haya corregido su camino – no lo volví a ver en la vida – y  tampoco se, si la profe Alicia está en el cielo. Ojalá que sí, aunque lo dudo.

Pero bueno, yo la perdoné, al fin de cuentas ella pertenecía a la generación de los  profes de antes, esos que eran autorizados por nuestros papas para darnos hasta fajón si les venía en ganas, simplemente porque así estaban formando a hombres y mujeres de bien.

Eran otros tiempos, donde injustos o no, los profesores se ganaban el respeto, eran unas eminencias. Y no quiero decir que hoy día no los haya, pero es que antes eran rectos, su palabra era dogma, y la disciplina era implacable. Les obedecíamos, porque los admirábamos y les temíamos.

¡Que triste es que existan docentes que se bajan del pedestal hoy día! Hablo de los dos que en Pueblo Bello, habrían abusado de seis menores de edad, de sus estudiantes que deben ser como sus hijas. No es justo que unos padres confíen que en el colegio sus hijos estén en un lugar seguro, y estos bandidos terminen cometiendo semejante atrocidad. Y no es justo también que se hagan llamar docentes, cuando lo que están causando es un trauma que será difícil de superar.

Tenemos que presumir sin embargo de la no culpabilidad de estos sujetos, porque así lo exige nuestro sistema judicial. No obstante de ser hallados culpables, que estos mal llamados maestros, sientan todo el peso de la ley y terminen en un lugar donde las reglas de la profe Alicia, los alcancen. Porque con la vara que mides, serás medido.

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