Soy de los tiempos en el que los perros eran raza perros. A nadie se les ocurría comprar uno, aparecían en casa, de la nada, como llegados de otro planeta. Los perros de mis tiempos se llamaban Kaliman, Pinina, Niki, Capitán, Limber. Así, a secas, sin apellidos. ¿Comían concentrados?. Ni sin culpa, concentrados tenían que estar ellos a ver si caía algo de nuestras mesas, o para disputar el desperdicio con los perros de la cuadra, con quienes formaban una gran manada porque todos dormían en la calle, o en el patio. A los perros de mis tiempos la sarna se les curaba con Creolina, o así de la nada, sin tanto parapeto. ¡Cuidado y se extraviaban, porque perdidos se quedaban!. Nadie ofrecía recompensa por ellos. Y cuando nuestros perros se morían, casi siempre de sarna, por cierto, no habían grandes despedidas con mariachi incluido.
Nada que ver con los tiempos actuales , en donde los perros con los gastos que incluso son amigos – nada que ver con mis tiempos – se convirtieron en los hijos de nuestros hijos.
Es que los muchachos de hoy día no quieren ser papas. ¿Ya vieron?. Solo en este año, hay 45 mil nacimientos menos en Colombia en comparación con el 2023.
¿ Y eso es bueno o es malo?. Muchos temen que el sistema pensional se vea afectado porque al fin de cuentas son los jóvenes los que sostienen las pensiones de hoy con lo que les descuentas de sus nóminas. Si seguimos así, ni los perros ni los gatos pagarán las pensiones de quienes hoy prefieren mascotas a tener hijos.
Ahora bien, miremos esto por el lado amable: el tener menos hijos permite un mejor desarrollo profesional, y una reducción poblacional que en países como Colombia se me hace más que necesario, al fin de cuentas el depredador del hombre es el mismo hombre.
Lo que en lo personal me preocupa, es que precisamente quienes menos se quieren reproducir, son las personas que podrían aportarle más al país, precisamente porque han priorizado su preparación profesional, su crecimiento personal, mientras que los delincuentes que son su amenaza, se multiplican como curí.
Es ahí precisamente donde al Estado le corresponde entrar a analizar el fenómeno a ver qué se puede hacer para equilibrar las cargas.