Era una costumbre placentera y tradicional eso de madrugar, preparar un café, degustarlo humeante mientras se disfrutaba de la lectura del periódico de papel: algo que aprendí de niño, lo heredé de mi padre Miguel Maldonado Manjarrez, corresponsal, en aquella época, del periódico el Espectador desde Valledupar.

¡Cuánto han cambiado tales placeres! Hoy día me levanto a revisar las redes que manejo, el Twitter en primera instancia, Facebook, algo de Instagram y de You Tube. Es una tortura, es como recorrer una etapa de 200 kilómetros de montaña y 20 premios de primera categoría para un ciclista embalador o ‘sprinter’.

¿En qué momento esto de las nuevas tecnologías, la web, terminó convertido en un perverso territorio de batalla, en un ring de boxeo mental? Empecemos definiendo perverso: “Adjetivo que se aplica a la persona que obra con mucha maldad o que hace daño con sus acciones, sentimientos o instintos de manera voluntaria y que disfruta con ello”.

Perverso fue la primera palabra que se me vino al pensamiento, luego de varios días de reflexión, al observar tanto odio y agravio en las redes, las cuales se han convertido en un ring despiadado, sin pudor ni respeto por la dignidad del otro.

Es necesario medir las palabras y darle valor al silencio, se debe bajar el nivel de agresividad al que se ha llegado. Las nuevas tecnologías de la información y comunicación han contribuido positivamente a la inmediatez de la noticia frente a los acontecimientos.

La gente va fácilmente del agravio a la postura de benefactor o mecenas. Te insulta primero y, después, le da clic a algún comentario tuyo acerca de una causa ecológica o social… ¡De ese tamaño es la perversidad de los usuarios de redes, como movidos por odio viscerales!

No hay que negar que las redes también han servido para ayudar en causas de desastres naturales o en casos muy delicados como violaciones y abusos contra niños y mujeres. Pero, desgraciadamente, son más las ocasiones en que las redes sociales son utilizadas para agraviar el honor de las personas, su reputación —que muchas veces es el único capital de las personas—. Las redes, la verdad, no son un accesorio de moda… Hoy día forma parte de los que somos en lo social y lo profesional, es nuestra identidad tanto pública como personal.

Es impresionante la forma como cualquier ‘aparecido’ denigra de ti sin saber cuántos años de lucha, estudio y sacrificios están detrás de tu actividad profesional, pero, con un solo comentario, una ‘gavilla’-web —de las que abundan en las redes— ¡te amilana, te acosa y te crucifica!

El mal uso de las redes ha llevado a la sociedad a niveles de conflictividad nunca antes vistos. Se han convertido en un espacio para vomitar odio, recrear mentiras y calumnias, sitios desde los cuales ofenden, pero escondiendo la cara, escudados en el anonimato, suplantando la identidad de otras personas pues se han especializado también en crear perfiles falsos…

¡Qué cobardía!

Lo más lamentable es que hoy el manejo de las redes sociales difamadoras son un negocio lucrativo y una forma de vida. ¿Vivimos entonces en el ocaso de los valores humanos?

Depende de nosotros tomar el rumbo correcto de nuestra sociedad. ¿Qué principios de ética les estamos enseñando a las futuras generaciones? Las nuevas libertades sirven para nuevas expresiones, pero esas libertades deben ser asumidas con responsabilidad y respeto por el otro. Lamentablemente, hoy las redes irrumpen sin contextualizar la información, sin consentimiento de la persona y sin compasión.

En Colombia, la Corte Constitucional determinó que la libertad de expresión de las personas, por intermedio de las redes sociales, tiene un límite. Lo trascendental de esta decisión radica en el mandato de la corporación a hacer buen uso de tales sitios, puesto que considera que estas son una fuente de amenaza para los derechos fundamentales de las personas.

No se puede vulnerar los derechos fundamentales al buen nombre, a la honra y a la intimidad de una persona ni publicar informaciones falsas y erróneas. Hay muchos que parecen que no entendieran esto y siguen utilizando falsos perfiles para atacar a su adversario.

A los ‘caníbales de redes sociales’ les ha llegado la hora de que entiendan la importancia que tiene el consentimiento de quien va a ser expuesto en las redes sociales y hacia quien deben primar la protección de sus derechos a mantener intocados su imagen, su intimidad, su buen nombre y su honra. La norma señala que, aunque las personas tienen derecho a ejercer la libertad de expresión, esta tiene un límite que debe ser respetado.

Un fallo de la Corte sienta jurisprudencia al precisar que “en consecuencia, el ejercicio del derecho a la libre expresión de la accionada resultó, a todas luces, contrario al alcance constitucional

del derecho y, al mismo tiempo, desborda los límites fijados en el ejercicio de los derechos al buen nombre y a la honra, pues como lo ha indicado esta Corporación no puede sacrificarse impunemente la honra de ninguno de los asociados, ni tampoco sustituir a los jueces en el ejercicio de la función de administrar justicia, definiendo quiénes son culpables y quiénes inocentes, so pretexto de la libertad de información”.

‘Tatequieto’, pues, al manejo perverso de las redes sociales.

MIGUEL ANGEL MALDONADO MARTÍNEZ

Cargar artículos relacionados
Cargar mas en 

Puedes leer.

Agencia Nacional de Seguridad Vial lanza en el marco del Festival Vallenato, campaña para reducir accidentes en motocicletas

Valledupar, mayo 3 de 2024 En el marco del Festival Vallenato, la Agencia Nacional de Segu…