Las mesas de seguimiento es el lugar en donde los contratistas deben demostrar que están haciendo las cosas bien
En la sala de juntas de la gobernación del Cesar, área que hace parte de la oficina del mandatario seccional, hay un tablero en donde se hace relación de las obras en las que trabaja la administración. El tablero está dividido en dos columnas; las obras que se ejecutan y que están pendientes de ser inauguradas y la columna que da cuenta de las obras que está pendiente el gobernador de colocar la primera piedra.
Con esa lista en el tablero, trabaja el gobernador Luis Alberto Monsalvo con los contratistas de dichas obras. Sentados en la misma mesa que según dicen algunas lenguas, usó un mandatario seccional como cama de motel, el actual gobernador recibe cuentas por parte de los contratistas sobre el avance de las obras que se adelantan con recursos del erario.
Todos pasan al tablero. Todos esos ingenieros, arquitectos, abogados, y demás profesionales que se meten en el negocio de contratar, deben explicar en que se invierte cada peso. Y mientras recibe el informe por parte del contratista, Monsalvo celebra los avances, pero es común verlo seriamente molesto cuando las cosas no avancen como él quisiera.
“¡Levántese de la mesa, salga de la reunión!” se le escucha al gobernador con una cara de pocos amigos, dirigiéndose a uno de los contratistas, quien insinúa con palabras poco delicadas, que se siente presionado por parte del mandatario, pensando que su trabajo debe marchar al ritmo de otros tiempos.
Y es que antes de entrar a la mesa de seguimiento, como Monsalvo le llama a estas reuniones constantes con los contratistas, a estos se les observa muy ansiosos en la sala de espera. Antes de ingresar, intentan relajarse escuchando a un periodista experto en el tema de Diomedes Díaz. El comunicador cuenta pormenores del artista, se sabe cada detalle de la vida del vocalista, hasta del lugar donde el Cacique de la Junta, hizo el amor con una indígena de nombre Martina y engendró a su primer retoño.
Los contratistas ríen, escuchan con atención, pero llega el momento en que se abre la puerta desde la cual Clara, una hermosa mujer de ojos claros, les indica que deben ingresar. Vuelve la tensión, “!lástima, nos hubiese gustado seguir escuchando!”, se le escucha a uno de los profesionales que llevan maletines, portátiles y uno que otro papelito en donde parecen haber anotado todo, cada detalle, cada centavo. Obvio, entran a la mesa de seguimiento en donde les pedirán cuentas sobre cómo va su obra.
Termina la reunión. Es medio día, hora de almuerzo, pero para el común de la gente; para Monsalvo y su equipo no, la jornada apenas comienza, y es sábado. El acelerador está puesto, la idea es entregar todas las obras que pueda, dejarlas listas, y aunque sabe el mandatario que no alcanzará con todas, si dejará avanzadas todas, y algunas primeras piedras colocadas, que espera, no le echen tierra a quien lo suceda en el cargo, y quien deberá demostrar que es una máquina para hacer obras.