Marlen Mozo tenia apenas 18 años de edad. A esa edad una persona se está preparando en la universidad, en un instituto técnico o simplemente está terminando el bachillerato. No, esta jovencita ya se estaba ganando la vida en un Super Giros. Me la imagino despertándose temprano en el caluroso municipio de Bosconia, para prepararse e irse en un lunes festivo, cuando la mayoría de la gente descansa, a trabajar. No tenía ni idea de que ese sujeto que ingresó a su local comercial, sacaría un arma para dispararle a la cara. Si alcanzó a ver el arma – cosa que dudo – tal vez imaginó que se trataba de un atraco, pero no que este sujeto sin decir ni mu, le dispararía hasta acabar con su vida, sin ella la más mínima sospecha de por qué.
Como nuestra sociedad es así, morbosa, el video del crimen se hizo viral, de seguro partiendo el corazón de sus familiares que hoy deben estar preparando su inesperada despedida.
¿Qué pasa con nuestra sociedad por Dios, hasta donde vamos a llegar?. ¿ Tendrá idea este sicario que dio muerte a Marlen, que lo que hizo fue matar a una niña prácticamente?. ¿Qué tenía que ver esta jovencita con los intereses de sus empleadores, o con las ambiciones de sus asesinos? Absolutamente nada, ella solo intentaba ganarse la vida.
Este nuevo hecho de sangre en el departamento del Cesar, pone de presente una vez más varias cosas. La primera es que estamos a merced de la delincuencia, de los grupos armados ilegales, y de la indiferencia e inoperancia de las autoridades que restan importancia a cualquier panfleto que circula por las calles de nuestros municipios.
Un panfleto escrito con mala ortografía, con pésima redacción, sin logo tipo de grupo armado alguno, que de seguro al ser sometido a los exámenes de rigor, de no pasarían las pruebas y por ende serían desvalorizados por las autoridades que los calificarían como apócrifos.
Me río de os gobernantes cuando salen a decirle a la sociedad que “ estamos con ustedes”. Me río del comandante de la Policía Cesar que después de un hecho tan triste como este sale a ofrecer garantías cuando ya la sangre se ha derramado.
Insisto, estamos a merced de la delincuencia, que Dios nos proteja, que Dios nos guarde.
