Estamos contentos porque nuestra selección Colombia se impuso dos a uno ante el encopetado Argentina. En dos oportunidades, la red del Divo Martínez de la selección campeona del mundo y de la copa América celebrada recientemente, se inflo. Podemos decir entonces a boca llena que GANAMOS. Cuando la selección pierde, decimos perdieron. ¡ Que ingrato somos los hinchas!. Hoy ensalzamos a James, pero hace poco lo estábamos crucificando.
El partido de este 10 de septiembre, se dio en un estadio colmado por más de 40 mil espectadores, en una ciudad que tenía a la hora del partido, comenzando a las 3:30 de la tarde, algo así como 31 grados centígrados, con una humedad de, 76 por ciento. La sensación era de alrededor de 44 grados centígrados en el momento que los 22 jugadores saltaron a la cancha. ¿Saben qué?, ambos seleccionados entraron literalmente a una caldera.
Eso es inhumano. Por primera vez no sentí ni la más mínima envidia por los que lograron asistir al estadio. Por muy costeño que sea, ese calor tan espeluznante, no va conmigo. El calor es un fenómeno que se dispara no solo por la baja altura de una tierra, sino por el mismo cambio climático, y por el calor humano. Cada persona tiene una temperatura promedio de 36 grados. Hombre con hombre, da calor, dicen por ahí.
Así que hay como sentarse en casa, prender el televisor, destapar una buena bebida fría, y disfrutar el partido viendo la tele.
Pero, ojo, esto si en serio. ¿De verdad es necesario jugar en una temperatura tan infernal como la de Barranquilla este martes 10 de septiembre?. ¿De verdad, es un punto a favor para nuestros jugadores que hace muchos años no juegan en Colombia, sino que lo hacen en países con mejor temperatura durante los campeonatos. Por mucho que en Europa, por ejemplo, donde juegan varios el verano sea duro, jamás logrará superar la humedad que hay en Barranquilla.
Así que valdría la pena replantear, no la ciudad, porque la selección Colombia en Barraquilla se queda, sino la hora de juego. Por el bien de la gente, por el bien de los jugadores, porque como dice el refrán, lo que es igual no es ventaja.