El valiente es valiente, hasta que el cobarde se decide, reza el dicho popular. Pues bien, a Ciro Jiménez Ardila, le salió quien le diera cara y como decimos por estos lares, se le parara. Nayibe Romero, es una humilde modista residente en el barrio La Nevada. Ella confiando en el amor, hizo pareja con Jiménez Ardila, quien al inicio de la relación se portó como todo un galán, que luego no le importó destruir con los pies, lo que había construido con las manos, una hermosa familia.
Llegó el licor, luego la droga, posteriormente el maltrato a los suyos, a esos que Dios le dio para amarlos y protegerlos. Perdió este sujeto la hombría que se demuestra amando y protegiendo a los suyos. Prefirió sucumbir ante las adicciones que sacaron a flote lo que llevaba dentro, lo peor de él. Hasta que Nayibe dijo no más, decidió emanciparse, dar por terminada una esclavitud, sin temor a tener que amarrarse ella los pantalones para sacar a sus hijos adelante, porque al hombre de la casa le quedó grande.
Nayibe es un ejemplo para esas mujeres que, por miedo, prefieren mantenerse en la esclavitud del maltrato, esperando un milagro de un cambio que casi nunca llega.
Lástima que por un lado están estas valientes que denuncian, que se paran firme, pero por el otro está un sistema judicial negligente, que garantiza más los derechos del victimario que de la victima. ¡Qué seria de Nayibe sin los medios de comunicación, que se pusieron las pilas a visibilizar el caso de esta valerosa mujer!. Si no es así, estaríamos ante un nuevo caso de feminicidio.
Ahora bien, que este adefesio de hombre, no salga más a la calle, es un peligro para Nayibe, para sus hijos, para la sociedad entera. La justicia está llamada a protegernos a todos de tipos como este.