El tema del odio es de suma importancia y requiere una reflexión profunda. Según la Real Academia Española (RAE), el odio se define como un sentimiento de rechazo y antipatía hacia alguien o algo, con el deseo de que le ocurra algo malo. En el ámbito jurídico, se considera como un sentimiento intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de que le ocurra una desgracia o de hacerle daño.

La Ley 599 de 2000, en su Código Penal, establece que el odio es un sentimiento de aversión, hostilidad o enemistad hacia una persona o un grupo de personas por motivos de raza, religión, nacionalidad, ideología política, orientación sexual, identidad de género u otra condición similar.

Es importante comprender que el odio puede generar consecuencias graves y perjudiciales tanto a nivel individual como a nivel social.

Algunas de las consecuencias del odio incluyen discriminación, violencia, conflictos sociales, daño emocional y la perpetuación de estereotipos. Estos efectos negativos pueden contribuir a la división y la injusticia en la sociedad, así como a la pérdida de la cohesión social y la igualdad de oportunidades.

En Colombia, se han presentado un sinnúmero de muertes y lesiones no letales, y aunque no se menciona directamente que las causas son por odio, sabemos que cuando un ser humano atenta contra la vida e integridad del otro, hay algún nivel de odio en su acto.

Las estadísticas del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia muestran un alto número de muertes violentas, principalmente por homicidios, con un porcentaje significativo de muertes en la juventud y la adultez temprana. Según las cifras comparativas entre el mes de enero de los años 2023 y 2024 se registraron 2.358 muertes violentas en Colombia, las cuales incluyen homicidios, eventos de transporte, accidentales y suicidios (se toman estos meses como comparativo para presentar una magnitud del problema). Específicamente, las muertes violentas por homicidio fueron 1.093 en 2023 y 1.088 en 2024. Con relación a las muertes por homicidio, se observa que, en 2023, 1.016 hombres, 74 mujeres y 3 casos de sexo indeterminado fueron víctimas, mientras que, en enero de 2024, 1.020 hombres, 67 mujeres y 3 casos de sexo indeterminado fueron registrados como víctimas de homicidio.

Las muertes por homicidio representan el 46,14% de las muertes violentas. Además, se evidencia que las muertes por homicidio afectan a diferentes grupos de edad, con un alto número de muertes en la juventud y la adultez temprana. Por ejemplo, en 2024, se registraron 438 muertes por homicidio en la juventud (18 a 28 años) y 424 en la adultez temprana (29 a 44 años). Estos datos reflejan el impacto negativo del odio en la sociedad, generando un llamado a la reflexión y a la acción para prevenir y combatir este tipo de violencia.

Por otro lado, las lesiones no fatales, a diferencia de las fatales, son aquellas que no causan la muerte de la persona afectada. Estas lesiones pueden variar en gravedad y abarcan una amplia gama de daños físicos, desde lesiones menores hasta lesiones graves que pueden tener un impacto significativo en la salud y el bienestar de la persona.

Las lesiones no fatales pueden ser el resultado de accidentes, agresiones, violencia, o cualquier otro evento que cause daño físico a una persona. Según el Instituto de Medicina Legal, para este caso se tienen en cuenta violencia interpersonal, violencia intrafamiliar, lesiones en eventos de transporte, exámenes médico legales por presunto delito sexual y lesiones accidentales.

De acuerdo con las cifras comparativas entre el mes de enero de los años 2023 y 2024, se presentaron un total de 13.578 lesiones no fatales en el año 2023 y 13.057 en el 2024. En el año 2023, 6.080 de estas lesiones afectaron a hombres, 7.497 a mujeres y 1 a una persona intersexual. Mientras que, en el año 2024, 5.845 lesiones afectaron a hombres y 7.212 a mujeres.

En lo que hace referencia a la violencia interpersonal y violencia intrafamiliar, a enero de 2024, el 44,37 % correspondía a violencia interpersonal y el 34,71 % a violencia intrafamiliar. Solo estos dos tipos de lesiones suman el 79,08 % de las lesiones no fatales.

Estas cifras nos muestran una perspectiva de cómo el odio avanza en nuestra sociedad, no solo en el presente, sino desde hace muchas décadas. Aunque en este caso no lo quise abordar, conocemos ampliamente el odio por ideología, el cual nos ha llevado a una guerra absurda que parece no acabar.

Es fundamental que como sociedad tomemos conciencia de la gravedad de estas cifras y trabajemos juntos para prevenir y combatir la violencia en todas sus formas. La prevención y la educación son herramientas clave para construir un futuro más seguro y pacífico para todos.

En esta ocasión, al hablar de odio y después de haber mostrado un contexto de cómo en el periodo de un año el odio ha cobrado la vida y amenazado la integridad de muchas personas, quiero detenerme a mencionar un tipo de odio que, aunque silencioso, cada vez gana más espacio dentro de nosotros: es el odio hacia nuestro compañero de trabajo.

Cuando se realizan acciones injustas por odio hacia personas en el contexto laboral, se pueden generar diversas consecuencias negativas tanto para la persona afectada como para la empresa. Estas consecuencias incluyen la creación de un ambiente laboral tóxico que afecta la moral y la productividad, conflictos interpersonales entre colegas, impacto en la salud mental de la persona afectada, riesgos legales para la empresa y la pérdida de talento debido a la discriminación y el odio. El odio en el lugar de trabajo puede tener un impacto significativo en la empresa, tanto en términos de clima laboral como en términos legales y de retención de talento.

¿Cómo podemos definir el odio hacia compañeros de trabajo? Este sentimiento se caracteriza por una intensa aversión, resentimiento o animosidad hacia un colega en el entorno laboral. Puede surgir debido a diferencias personales, competencia laboral, discriminación, conflictos no resueltos o malentendidos en el lugar de trabajo. Este tipo de odio puede surgir por diversas razones; entre ellas se encuentran las diferencias personales, como valores, creencias o estilos de trabajo, que pueden generar conflictos y resentimiento. Asimismo, la competencia laboral por ascensos, reconocimiento o proyectos importantes puede desencadenar rivalidades y resentimiento. La discriminación basada en características personales, como la raza, el género, la orientación sexual o la religión, también puede generar odio hacia un compañero de trabajo. Los conflictos laborales no resueltos, la falta de comunicación efectiva o malentendidos en el lugar de trabajo también pueden llevar a la formación de prejuicios y sentimientos de odio hacia un compañero. O simplemente, muchas veces somos incapaces de demostrar capacidades y el hecho de que otro lo haga, nos lleva a sentir odio hacia algún compañero que ha demostrado ser capaz de desarrollar lo que nosotros no somos capaces.

Como individuos y como sociedad, es nuestra responsabilidad promover la empatía, la comunicación efectiva, la educación sobre la diversidad, la implementación de políticas antidiscriminatorias, un ambiente laboral positivo, la resolución constructiva de conflictos y la responsabilidad personal para prevenir el crecimiento del odio en el lugar de trabajo y en la sociedad en general. Estas acciones son fundamentales para crear entornos laborales y sociales más inclusivos, respetuosos y equitativos, donde se fomente la comprensión mutua y se aborden los conflictos de manera constructiva.

Es importante tener en cuenta que nuestras acciones motivadas por el odio hacia un compañero, simplemente porque no compartimos sus ideas, pueden tener un impacto significativo en su vida. Es fundamental recordar que, en muchos casos, ese compañero tiene una familia y nuestras acciones pueden afectar no solo a él, sino también a sus seres queridos. Debemos practicar la empatía y, si hay algo que no nos gusta de esa persona, expresarlo con respeto. No debemos poner en peligro su estabilidad e integridad solo porque no nos cae bien.

Por Ricardo Méndez

Psicólogo especialista en educación, cultura y política

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