Aprieta, pero no ahorca. Dios es bueno, y ya mandó la lluvia. Ahora sí estamos en modo abril. Las lluvias revitalizan  la tierra, los cultivos, nos llena de esperanza y se llenan los embalses, lo que de paso, hace que el fantasma de un racionamiento de energía se aleje,  un poquito.

Pero  mientras en el interior del país celebran por las lluvias, en Valledupar comienzan los sufrimientos. Las acequias se desbordan causando estragos en viviendas ubicadas en los alrededores, todo porque en verano no se nos ocurrió limpiar los caños, y porque hemos tomado estos afluentes como basureros que luego en invierno, nos pasan cuenta de cobro.

Caen las primeras gotas y las avenidas colapsan. Motocicletas, carros varados en los arroyos que se forman en ellas, porque el alcantarillado pluvial es una obra atrasada, pensada para un pueblo y no para una ciudad.

Caen tres gotas, y en vez de mejorar el servicio de agua, nos quedamos sin  el preciado líquido. ¡El colmo!, si queremos tomar agua de la llave, nos conviene más el verano que el invierno.

Pero que siga lloviendo, por lo menos tendremos la oportunidad de poner una ponchera y recoger un poco de agua para abastecer nuestras casas. Por lo menos sirve para el aseo y los baños.

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