Las ciudades son máquinas térmicas complejas, que diariamente consumen grandes cantidades de combustibles fósiles (gasolina, diésel, gas natural, propano y carbón, entre otros) en el orden de magnitud de miles de toneladas; así mismo, gastan energía eléctrica que lleva al límite el Sistema Interconectado Nacional.

Estos consumos no sólo afectan la calidad del aire por las emisiones generadas, sino que también liberan una gran cantidad de energía no útil que calienta el aire superficial urbano; generando un fenómeno urbano llamado “isla de calor”, el cual provoca una diferencia promedio de dos grados centígrados con las áreas rurales. ¡el campo siempre es más fresco!

Este fenómeno es imperceptible en las ciudades de “tierra caliente”, ya que la sensación térmica es atribuida principalmente a la humedad relativa y la radiación solar: entre más humedad (agua) en el aire y mayor incidencia de rayos solares directos, mayor sensación de calor habrá. Pero el aumento real de la temperatura en ciudades como Valledupar, Barranquilla, Cartagena, Sincelejo, Montería, etc., paradójicamente obedece al esfuerzo por enfriarlas.

Para explicar esta realidad haré un sencillo ejercicio matemático sobre el enfriamiento en un hogar, una oficina, local comercial o industrial: Cuando, como usuarios, accionamos un aire acondicionado para llevar la temperatura de un espacio confinado a 20°C, debido a que “hace mucho calor” en virtud de una temperatura ambiente de 35°C, el equipo de aire acondicionado retira 15°C de temperatura del recinto y los entrega al exterior, a un alto costo energético (x-y = z; 35°C – 20°C = 15°C).

Estos 15°C de adicionales –de más- lógicamente aumentan la temperatura del aire del ambiente urbano, llevándolo a una cifra teórica que puede oscilar entre los 45°C y 50°C en el punto de descarga del equipo de refrigeración (consideremos el escenario mínimo: 35°C + 10°C= 45°C). Es decir, para enfriar un recinto impajaritablemente calentamos nuestro entorno inmediato. ¡Esto ocurre todos los días en la ciudad!

Es el mismo fenómeno que ocurre en nuestras neveras y refrigeradores: el interior es frío, pero la parte trasera del equipo está caliente.

Veamos que ocurre en una ciudad como Valledupar, cuando al medio día los más de veinticinco mil equipos entregan aire caliente de +15°C a la atmósfera: la ciudad se vuelve invivible. Adicionalmente, forzamos el aire acondicionado para que enfríe más, ya que no aguantamos el calor. En este momento el ciclo vuelve y empieza; pero ahora con un mayor diferencial de temperatura: 45°C – 16°C = 29 °C. ¡Más calor para la ciudad!

Ante esta realidad urbana, la inserción de la naturaleza en la ciudad es necesaria, con refrigerantes naturales como los cuerpos de agua, árboles y techos verdes. Pero también es necesario volver a la arquitectura bioclimática, que reduzca los consumos de energía y evite el uso de aires acondicionados… Al final, se requiere un cambio cultural y la inevitable adaptación, ya que la variabilidad y el cambio climático generarán días más cálidos.

Estas sumas y restas ratifican el sentir del habitante urbano de vieja data: que, en confort térmico, el tiempo pasado si fue mejor.

Por. Cristian Julián Díaz Álvarez
Decano Nacional de Ingeniería y Ciencias Básicas
Fundación Universitaria del Área Andina

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