En las últimas semanas a Ovelio Jiménez, alcalde del municipio de La Jagua de Ibirico le ha estallado en sus manos la bomba de tiempo que fue construyendo a lo largo de estos casi cuatro años. El mandatario del municipio minero, se desconectó tanto de su comunidad, que ni se dio cuenta de lo que se le venía. El cariño de la gente a este mandatario, está por el suelo. No lo dice ninguna encuesta, porque estas no se hacen en estos municipios. Lo percibe uno en la gente cuando llega a La Jagua de Ibirico. ¡ Ovelio nos decepcionó!, es lo que sale de los labios del pueblo.

Así se ha convertido Jiménez, en uno de los alcaldes más camaleónicos que ha tenido el Cesar. Su cambió fue del cielo a la tierra en cuestión de semanas una vez asumió el cargo.

Y que no venga a decir el Alcalde de La Jagua de Ibirico que la culpa es de sus contradictores políticos. Las manifestaciones en los corregimientos agobiados por falta de agua, problemas en las vías, las tomas al tránsito municipal, al hospital de la población, surge de espontáneos ciudadanos que observan una paquidermia, una indolencia por parte del gobierno de Ovelio Jiménez.

Pero Ovelio no es el único alcalde que se transforma una vez se sube al poder. No se queda atrás el de Codazzi, que pasó de tibio, cosa que lo ha caracterizado siempre, a pusilánime, a indiferente, a vivir en una burbuja que lo lleva incluso a rechazar las alertas tempranas que se declaran por de la Defensoría del Pueblo.

Y ni pa que seguimos. El de El Copey nos salió valiente para unas cosas, y miedoso para otras. Siendo la primera autoridad, se llena de miedo a la hora de hablar de orden público. Hoy tras las rejas, sigue sin embargo manejando los hilos del poder en su localidad.

¿Qué le pasa a nuestros alcaldes?. ¿Se creen de mejor familia cuando ascienden al poder?. Es que se meten en una burbuja alimentada por los áulicos que solo le aplauden cualquier locura que hacen, como le pasa al Chivo Manosalva en Aguachica.

Vienen las elecciones señores. El próximo 29 de octubre, ojalá votemos bien, aunque no nos digamos mentiras, a veces uno cree estar votando por quien se lo merece, en quien confía, pero luego estos que duermen en los barrios humildes, cargan a niños llenos de barro, abrazan al enfermo, mañana al subir al cargo, se encierran en su oficina y no se dejan ver de nuevo, sino cada vez que por fin colocan una primera piedra, o cortan una cinta de una de sus obras, muchas de ellas, innecesarias.

Todo lo que sube baja alcalde, y el en camino del descenso, te encontrarás a ese que no volviste a mirar durante cuatro años. ¿Le pedirás el voto de nuevo?. No seas descarado.

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