En los tiempos de antes era una de las labores más respetadas en Colombia. Se podría asegurar que antes del año dos mil, la mayoría de los colombianos, por lo menos los nacidos en los pueblos, habían llegado al mundo gracias a los conocimientos de las parteras tradicionales, un puñado de mujeres que con pocos o nulos conocimientos médicos, se atrevían a ayudar a dar a luz a las mujeres de sus pueblos.

Pero las cosas cambiaron. Debido a la alta mortalidad infantil y hasta de mujeres que daban a luz en los partos el gobierno decidió limitar este trabajo. Ellas sin embargo no desaparecieron, sino que transformaron su labor, pasando de ser las que literalmente provocaban el parto y recibían al recién nacido, para convertirse en esas acompañantes a la hora de dar a luz.

Judith Pacheco es una de esas parteras tradicionales. Su oficio lo heredó de su abuela, quien toda su vida en la población de Saloa a orillas de la Cienaga de Zapatosa, trajo al mundo a cientos de niños.  Su nieta, que hoy cuenta con 52 años, alcanzó a traer al mundo a 30 niños, muchos de los cuales se encuentra hoy día en las calles de su pueblo, y cuando eso ocurre, la saludan con mucho cariño.

 

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