Los tibios no tienen buena fama, ni siquiera en la Biblia que es mi libro de cabecera. El mismo Jesús anuncia que a los tibios los vomitará de su boca ( Apocalipsis 3:16 ), lo cual para quienes creemos en Dios y seguimos las palabras de su hijo Jesús, es preocupante. Ahora bien, ahí si me toca ser laico, una cosa son las  razones que aduce Dios en el último libro de la Biblia para anunciar lo que hará con los tibios ( les invito a leer el pasaje completo de las sagradas escrituras ) y otra las que ha llevado a muchos a tener un comportamiento tibio en estos tormentosos momentos que vive el país.

Sergio Fajardo es el tibio insigne de Colombia. No toma posiciones claras, siempre está a medias tintas, con un discurso no incendiario, pero su voz no alcanza a alzarse entre tantas voces que gritan en los medios, en las calles, en las redes. La gente quiere sangre en la arena, y a Sergio parece no gustarle ni la sangre de los unos, ni las sangre de los otros.

Pero ahora saltó otro tibio a la palestra. Se llama Rodrigo Lara Restrepo. El senador, cuestionó a más no poder al gobierno del Presidente Duque por la forma como ha manejado la crisis actual, criticó al Ministro de Defensa Diego Molano, pero a la hora de votar la moción de censura, terminó haciéndolo de manera negativa contribuyendo así a la continuidad del Ministro en el gabinete.

Estamos en la época en donde la gente, por lo menos la mayoría que se expresan en las redes, quieren escuchar voces radicales; eso da popularidad o impopularidad, suma o resta, te crucifican o te riegan palmas a tu paso sobre tu burrito. Posiciones radicales con los que te ganas madrazos o aplausos, lo cual ha llevado a que muchos periodistas, que deberían ser los tibios por excelencia, pasen a la posición de activistas, apoyando a uno o a otro bando sin sentarse a contemplar las dos caras de la moneda. Desde sus tribunas solo escuchan unas voces y acallan otras, faltando así a una de las premisas del periodismo, y es la de escuchar las dos verdades para que la opinión pública sea la que saque sus propias conclusiones y tome decisiones futuras que encarrilen mejor nuestro país.

Ahora bien, como la gente pide posiciones, ahí les va la mía:

Entendiendo que no hay muerto malo, creo que los líderes de antes, -presidentes, congresistas, empresarios, con todo el respeto que se merecen en sus tumbas – no eran mejor que los de ahora. Si lo hubiesen sido nos hubiesen dejado un mejor país y no estuviera una turba enardecida en las calles de Colombia exigiendo una refundación de la patria.  Creo que como los de ahora, tuvieron importantes aciertos y también se equivocaron garrafalmente. No obstante, tenían algo que los de ahora no tienen, y es que sin redes sociales y la instantaneidad de la información de estos tiempos, al parecer si poseían una mejor forma de comunicar sus decisiones, sin empalagamientos, sin narcisismos, pero también, sin tantos organismos de control y organizaciones de derechos humanos respirándoles en la nuca. Las decisiones las tomaban sin celulares en las calles grabando cuanto movimiento raro hacían. Las noticias llegaban en periódicos ya amarillos a las regiones apartadas del país, en donde se idolatraba al ilustre cachaco que decidía por todos,  nuestro futuro.

Así las cosas, el mismo respeto que se merecían los líderes de antes,  se merecen los de ahora. Y es ahí es donde la gran masa está fallando, no respeta a quienes eligen. Los eligen para luego cuestionar todas sus decisiones. Les hacen entradas triunfales a Jerusalén para luego llevarlos al Gólgota.

¿Quién nos garantiza que los que elijamos en las próximas elecciones serán mejores que los de ahora?. ¿ Quién nos garantiza que el modelo de gobierno que en las calles exigen a la brava para el inmediato  futuro, será mejor que el que nos gobierna ahora?. ¿Quién nos garantiza que no habrá corruptos en esos gobiernos, cuando a más de uno que vemos en las calles protestando ya se han ensuciado las manos con migajas? ¿Será que no estamos buscando un Presidente, sino un Mesías? Hay dos por ahí dando vueltas hace muchos años y está comprobado que ninguno de los dos ha sido redentor. ¿No será horas de crucificarlos a los dos en nuestros corazones?.

Y ahora sí, hablé como tibio. Ni Uribe ni Petro. La solución no está en ninguno de ellos, ni en los que ellos digan.  Es la hora de un tibio que escuche a ambas partes, que se gane la autoridad, que una lo más que pueda a un país tan difícil como el nuestro, que sepa escuchar a todos.  La solución no está en los mecías de carne y hueso actuales ni en los futuros, está en que entendamos como ciudadanía, que todos ponemos un granito de arena comenzando con abandonar posiciones tozudas como mantener un paro por más de un mes, como el dispararle a todo lo que se mueva y nos parezca un terrorista en las calles, como en violar a policías y manifestantes, como destruir lo poco que está construido para luego aterrizar como salvadores a intentar recomponer todo,  incluyendo lo que  nunca hemos tenido. Ese es el camino más largo que como ciudadanía furiosa, se está tomando en las calles.


Por Limedes Molina Urrego


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