En tiempos de campaña político, todo aspirante al Congreso, a la Gobernación y a la Alcaldía del municipio de Chimichagua, promete lo mismo: estimular el turismo en la población. Y es que allí queda el mayor espejo de agua de Colombia. Esa frase ya se volvió un lugar común, como la promesa de volver turística la zona.
Pero el tiempo pasa, pasan las campañas, y el sueño queda una vez más en eso, en simple sueño.
Sin embargo ahora Chimichagua si tiene un motivo para soñar con vivir del turismo. El municipio ahora cuenta con un muelle que da gusto visitar. La obra en la que el gobierno departamental invirtió la suma de 6.700 millones de pesos, permite no solo que lleguen embarcaciones a la población, y puedan hacer transbordo y abordajes de manera más cómoda, sino que en si es un sitio que vale la pena visitar.
Las playas de amor de Chimichagua, como las bautizó el compositor Benito Barros hace muchos años, ahora están más hermosas, gracias a esta mega obra. Pero es ahora, cuando se requiere tener más conciencia por parte de la población, del potencial de lo que se tiene en las manos. Y eso, parece no estar ocurriendo.
En el municipio de Chimichagua no existe una entidad que promueva el turismo, mucho menos una empresa que se le haya medido a la iniciativa. Debe ser el próximo alcalde, o alcaldesa en este caso, quien se le mida a liderar la tarea que no es nada fácil de todos modos.
Junto a esta situación, está la baja producción de peces que hay en esta zona de la ciénaga. A pesar de los esfuerzos del gobierno departamental y de Corpocesar con la siembra de alevinos, según los habitantes de Chimichagua, el pescado ahora es traído en su mayoría del municipio de El Banco, ubicado a pocos kilómetros de esta población.
Así las cosas, el reto es grande. Devolverle a Chimichagua el carácter de productor de pescado, y consagrarlo como un destino turístico a la orilla de la Sapatosa.
