Dícese de ese plan que uno tiene como as bajo la manga, para en caso de que el plan A no funcione, adoptarlo como prioritario.
Dicese de aquella dama que espera que el caballero casado deje a la mujer con la que se casó, y se vaya con ella. Pero también dicese del caballero que espera que la señora, se aburra del marido actual, se divorcie y se una con él.
Plan B, igual, plato de segunda mesa.
¿Quién quiere ser plan B? Estoy seguro que nadie. Ser plan B por lo general degrada al ser humano, porque no significa ser el segundo, pues al fin de cuentas todos lo somos en algún momento para tomar la antorcha del primer lugar. Ser plan B es sin embargo, sentarse a esperar que me volteen a ver con ojos de piedad y me adopten como plan A.
Y tal vez existe un momento de la vida, que ser plan B no queda mal, o por lo menos, no desluce tanto. Pero hay momentos en que no.
Cuando uno supera los cincuenta ser plan B en muchos aspectos de la vida, no queda bien. A esas alturas de la vida, si no eres plan A, no seas B, ni C, mucho menos cuando ya antes has sido la prioridad para quienes han confiado en ti.
Hablé con Arturo Calderón, candidato a la gobernación del Cesar, y me dejó claro que no es el plan B de nadie. Yo le creo. Arturo no está para eso, sería el colmo, sería el apague y vámonos.
Y más allá de eso, me gustó la forma como respondiendo como todo un destacó el plan A de la casa de gobierno. “ Ellos ya tienen su plan A”, respondió Arturo.
Es que sería un irrespeto con una dama, y un irrespeto con un electorado que ya comenzó a ver en Sanjuan una candidata de altura, que va muy bien y tiene realmente opción de ganar.
