A finales del año pasado la Unesco declaró a la música vallenata como Patrimonio Intangible de la Humanidad. De inmediato las redes sociales se vieron inundadas por cientos de mensajes de júbilo. La mayoría provenían de esos expositores de la llamada nueva ola, o de quienes graban música vulgar interpretada en acordeón a la que se atreven a llamar vallenato. Celebraban tal vez como un triunfo la declaratoria como si se tratara de la obtención de un premio Grammy. Hasta que el cantante Poncho Zuleta en entrevista con Tuperfil.Net, les hizo caer en la cuenta de que no se trataba de un premio, sino de un “campanazo de alerta”, porque se nos estaba diciendo con esta declaratoria, que el vallenato estaba agonizando. Hasta ahí llegaron los mensajes, la mayoría se silenció para continuar con sus canciones vulgares, tecnológicas, vacías y fabricadas.
Mientras tanto los puristas a través de la radio insisten en que los actuales interpretes deben volver a grabar vallenato de vedad. Se refieren ellos sin embargo a que Silvestre, Peter, Jorgito, Los Kvras miren hacia los mismos de siempre; Luis Enrique Martínez, Calixto Ochoa, Alejo Durán entre otros juglares. Mejor dicho, a las mismas canciones, porque inéditas tal vez Ochoa tenga alguna por ahí, las obras de los otros dos ya están grabadas.
Por eso la claridad que hace en una de sus presentaciones el cantante Silvestre Dangond. Mientras en una entrevista radial los locutores le dicen a su tío Indalecio que le sugiera a su sobrino que vuelva al vallenato tradicional, – desconociendo que el urumitero ha grabado obras verdaderamente vallenatas mezcladas con el vallenato moderno-, este dice en una de sus presentaciones, que es imposible que los compositores actuales compongan a la burra o al río, cuando en el entorno no existe eso para los compositores de ahora.
No obstante, Indalecio Dangond responde en la entrevista radial que su sobrino le ha dicho que piensa grabar un álbum de vallenato tradicional, pero quiere que sean canciones inéditas. ¿Es posible encontrarlas?
Tal vez entre los Wilfran Castillo, Jhon Mindiola, Omar Geles entre otros, sea imposible encontrar esos vallenatos tradicionales. Ellos tienen nombre, letras modernas, pero no ese vallenato rancio al que la Unesco intenta proteger. Así las cosas, si los exponentes actuales del vallenato quieren grabar algo tradicional, deberán mirar a compositores inéditos, o hacia otros que en algún tiempo fueron gloria de nuestro folclor.
Crispín, a la espera
Uno de esos compositores es el periodista Crispín Eduardo Rodríguez. Este hombre de radio, fue hace algunos años, uno de los compositores de los grandes de la época. Tiene grabadas 23 canciones, 17 de las cuales alcanzó a registrar. Terminadas y por terminar tiene otra cantidad que esperan a que algún interprete se digne a sacarlas del anonimato.
Caminando por la plaza Alfonso López, a la que visita a diario pese a sus quebrantos de salud, este veterano periodista, carga en su celular un archivo de las letras que le han grabado. Allí están Bajo El Palmar que le grabara Diomedes Díaz, entre otras. “Yo compongo por inspiración, yo no me pongo a fabricar la canción” dice Rodríguez, al atribuir la crisis del vallenato a esa manía de fabricar canciones que tienen los compositores actuales.
Él prefiere la musa a la tarea de componer. Por eso cree que la declaratoria de la Unesco llega en buen momento. En el momento de la crisis más grande que ha vivido el vallenato. “Ya era hora porque merece el vallenato su rescate” dice el viejo compositor mientras al fondo suena algo de lo que le grabaran en el pasado. “ Este es el momento de que el vallenato se reivindique con los amantes del vallenato” anota, al indicar que los interpretes deben buscar canciones que digan, que tengan el sentimiento.
Crispín Eduardo Rodríguez, no está dispuesto a gastar las pocas energías que le quedan corriendo detrás de los cantantes para que le graben sus temas. Dice que antes los cantantes corrían detrás de ellos, pero la comercialización volteó la torta. Eso sí, si quieren sus temas, ahí está todos los días en la plaza, cuidando el palo de mango al que tanto ama.
