En el año 1990 contando apenas con 18 años de edad, Heriberto Baleta Vega fue reclutado por el Ejército cuando se encontraba en las calles de Barranquilla. Eran esas épocas en que a las populares batidas las permitía  la ley. Pocos meses después en cumplimiento de su deber con la patria,  servía  en el batallón Caldas de la ciudad de Bucaramanga.

Pero la rutina no podía seguir pacíficamente como había marchado al inicio, menos en esas épocas cuando la guerra con los grupos insurgentes estaba en su peor momento. En un santiamén, el joven Baleta se vio en medio del fuego cruzado en Saravena departamento de Arauca. Desde un sitio no determinado, guerrilleros al parecer de las Farc, le disparaba a los jóvenes soldados. Lo último que recuerda de ese momento es la oscuridad que se apoderó de sus ojos al caer al suelo. Volvió a despertar en el hospital Militar de Bogotá. La había sacado barata, en ese momento el jovencito militar podía contar la historia.

Fue intervenido quirúrgicamente en su ojo derecho el cual al caer al suelo había perdido su visión, por lo que fue necesario colocarle un lente interno que  debía cambiado  cada diez años a decir de los galenos.

A los ocho meses de estar recluido en el centro asistencial, Heriberto Baleta Vega fue dado de alta del hospital e inmediatamente dado de baja de las filas militares al cumplirse los 18 meses de servicio. Su condición de paciente y de soldado, había acabado.

Comenzó el drama

Años después Heriberto Baleta Vega comenzó a padecer por la pérdida de visión en el ojo afectado, quedando prácticamente ciego del mismo y según él, con una reducción sustancial de visión del ojo izquierdo, por lo que decidió a través de un derecho petición, solicitarle al Ejército se le intervenga para cambiarle el lente.

Sin embargo la respuesta del Ejército fue tajante:  su solicitud no es procedente debido a que según el Teniente Coronel Carlos Javier Monsalve Duarte de la Oficina Jurídica de la dirección de sanidad los,  derechos del ciudadano ya prescribieron.

Respuesta al derecho de petición

» No les estoy exigiendo nada, simplemente mis derechos, como ciudadano como se los da a otros, como a la guerrilla que me causó este daño» dice en medio de lágrimas el ex uniformado quien hoy cuenta de 43 años de edad.

Por ahora este humilde hombre que se gana la vida vendiendo cuadros en la calle con los que alimenta a sus cuatro hijos, pide al Estado que le ayude y valore que algún día le sirvió a la patria cuando el conflicto estaba en su peor momento. » Poco a poco me estoy quedando ciego, y si es así, ¿quién va a alimentar a mi familia?»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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