Bogotá es la capital del país, y a su vez, la ciudad más poblada del país. Es la ciudad en donde está todo, donde encuentra todo, donde pasa todo, donde viven todos, a donde vamos todos. Por una u otra razón, en algún momento, cual musulmán camino hacia la Meca, vamos a Bogotá por algo o por alguien.

Los que más van son los alcaldes del país. Todos viajan a buscar algo, a tocar las puertas del alto gobierno,  a hacerle venia al mandatario de turno, a los ministros, a los directores de las mil instituciones y agencias que tiene el gobierno nacional.

Es un viaje con sombrero en mano, para pedir algo para el pueblo. Muchas veces el alcalde se devuelve para su pueblo con el sombrero lleno, pero otras  veces lo único que el mandatario se lleva de regreso, son promesas y en el peor de los casos, portazos en la nariz.

Ese es el centralismo, un sometimiento de los más grandes, en este caso el gobierno nacional, a los más chicos, léase municipios, departamentos. . El centralismo nos atrasa, nos mata, nos empobrece, nos aísla, pero de la autonomía también podemos abusar en las regiones, porque nuestros políticos son expertos en abusar del poder.

Así que un país federal, de hacerse realidad, la  iniciativa de los gobernadores del país, es una idea que requiere ser bien pensada. Pero ese es el camino, basta ya de tanto centralismo, para que nuestros pueblos dejen tanto atraso y dependencia, y para que Bogotá, nuestra capital, no siga pagando las consecuencias.

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