A nadie le importa qué puta hora es. A Emilio menos. La bocanada de silencio que se ve a través de la ventana es más de lo mismo. A veces es un hombre solitario en la ventana que se convierte en el testigo risueño de un entusiasmo pasajero. En ocasiones es ese mismo hombre desarrollando un emprendimiento íntimo hacia el fracaso: es sentir estar condenado a la vida, y lo más aterrador, fatalmente condenado a su época.

Adentro, Emilio Junior, 12 años, ojos extraviados, rollizo, Grado sexto, regatea con toda la pereza del mundo un Taller de Lengua castellana.

Afuera nadie grita ¡gol! En la televisión, en cambio, ESPN recontrarepite la final de la Champions league, aquella en la que Cristiano Ronaldo anota un gol de chilena.

En el Taller de Lengua castellana se debe elaborar una Infografía sobre el impacto del Mototaxismo en Valledupar. En su contenido son indispensables las imágenes, los gráficos y los textos simples. A grandes rasgos, es un resumen sobre un tema que se pueda entender con facilidad. –No se necesita ser Diseñador gráfico para hacerlo– Me pareció escuchar la voz pastosa de la Seño. -¿Sí, cómo no?- Piensa, emputado, Emilio Junior.

En Cambio, Emilio, piensa en la hora del almuerzo que se acerca maquiavélicamente. Sus pasos se advierten por el Parque de Los algarrobillos.  No hay sarcasmo en ello. No se trata de una especie de extorsión moral para quien lea éste texto. Es que son las 11 y 30 de la mañana.

El poeta Heberto Padilla describe a Emilio con claridad: Primero fue un optimista irredimible. Después, lo graduaron en una ceremonia lúgubre de atildado, comedido y obediente. Para esa tiempo era el joven más “cotizado” de la Institución educativa Leonidas Acuña: volante ofensivo del glorioso equipo de fútbol dirigido por el profesor Juan Carlos Jiménez, “lleva y trae” del Coordinador de convivencia de la época, operador de sonido de todos los actos cívicos del Colegio y Personero estudiantil. Y finalmente, un paso al frente y dos atrás, pero siempre aplaudiendo. Una lágrima rueda por la mejilla izquierda primero, por la derecha después. El sol impacta sin compasión alguna la vidriera de la ventana.

Hoy tiene 26 años. Y no ha podido evadir las emboscadas que la miseria le ha tendido a lo largo y ancho de la vida que le ha tocado vivir. Observa a Emilio Junior con angustia. Y sabe con macabra certeza que la Infografía en el Taller de Lengua castellana, es la misma vaina que los Mapas conceptuales que le amargaban sus noches. ¡Otra trampa mezquina del destino!

De esa manera alienada nos quisieron enseñar a pensar críticamente haciendo mapitas, cuadritos y descargando imágenes para imbéciles de Internet, y miren dónde estoy ahora, mirando la muerte de la tarde con los barrotes oxidados de la ventana lacerando mi frente, he sido una víctima fortuita del sistema.

Tomé partido en el juego de la ingenuidad y el fanatismo. Fui cínico y perdí. Emilio Junior se despereza. –Ya terminé, Papi– Me dice. -¿Aprendiste algo hijo?- Le pregunto. -¡Papiiiii, eche, estoy cansado, me la vas a montá!- Me responde con ese cariño incomprendido, las mismas palabras con las que yo le respondía a mi Mamá. No quedan dudas, las buenas intenciones matan, pero todo es sistemáticamente perverso. Emilio y Emilio Junior tienen la misma edad.

La Infografía la hizo a mano, sin ir a Internet, no hay para comer, sin tener Computador, sonrío, el pelao es un mago, pero a la Profe eso le va importar un culo, porque los requisitos del taller son cortantes: A computador, online y subirlo a la plataforma. Cierro la libreta de apuntes. Son las 12 en punto.

Emilio Junior no entiende lo que está pasando. Está encerrado y punto. Emilio tampoco entiende lo que está pasando. Está encerrado y punto. La madre de Emilio Junior se marchó bajo la lluvia y no regresó. Seguramente en el cielo no hay cuarentena, debe estar mejor que nosotros.

Ahora los dos estamos observando lo que la ventana deja ver. Y, como si bastara con “empacar” la voz de la profe y las caras de los niños en una plataforma, separamos las cabezas de los pies y simulamos sus cantos y sus danzas rituales, y la profe se volvió ‘youtuber’ y los amigos se convirtieron en presencias fantasmales. ¿Educación?

Lo anterior les pasa solamente al 11 por ciento de los estudiantes colombianos. Tienen acceso a Internet, a los libros, al aire acondicionado, uniformes limpios, hablan decentemente, ven películas en NETFLIX,  en fin, vacacionan más allá de la Galería, no piensan en blanco y negro.

Nosotros en cambio hacemos parte de las barras bravas. Somos alma, vida y sombrero de una sociedad en regresión. El mundo nos recibió con los calzones abajo y nos ha tratado muy feo. Algunos piensan que es lo que nos merecemos. Porque hemos sido espectadores sin memoria, no “copiamos” el ritmo de los acontecimientos y nos dedicamos a vivir la vida sin pensar en pagar los “recibos” que justifican la felicidad. Nos emborrachamos de soberbia, cabalgamos en la ebriedad de la pedantería y hoy, paradójicamente, no somos capaces de saber ni quiénes somos, ni porqué carajos seguimos aquí. ¡Somos pesimistas, pero no sabemos leer las argucias de las utopías!

Emilio Junior agota los 5 metros cuadrados de su encierro cada 10 minutos. El viejo televisor, la modesta cama, la estufa eléctrica salpicada de aceite, el sombrero vueltiao colgado en la pared, el afiche de Juan Guillermo Cuadrado y el crucifijo plateado de Emilio son retratados por sus ojos negros cada 10 minutos.

Emilio no pierde de vista al habitante de calle que desafía a la pandemia sin averiguar por la ferocidad que le atribuyen los expertos. Él hace parte de esos millones de colombianos que sufren el hambre, la enfermedad, la guerra, el odio y la corrupción… pero que siguen en pie de lucha. Lleva un trapo rojo para hacernos sentir culpables a todos de sus desgracias genético-sociales. Nos avisa que a pesar de lo que tenemos vivimos en el peor de los mundos.

Él es libre. A nosotros los crisoles de la vanidad nos dictaron sentencia. Para él la vida es un pucho de respiración que le alarga la existencia en las noches lluviosas por los lados del Terminal de transporte. A nosotros la tempestad de la muerte nos ha puesto a interpretar la ingenua lucha entre el bien y el mal como una hazaña del espíritu. Somos fatalmente relativos. Emilio y Emilio Junior no lo entenderán jamás haciendo Infografías sobre mototaxistas trágicos.

La lluvia torrencial se adueña de la calle. No la comparte con nadie. El habitante de calle se refugia en el alar de lona plástica del Centro comercial Los Mayales.  Eso es la vida: pasar sin trascendencia.

Emilio Junior algún día lo leerá y no se va a cortar las venas por lo que alcance a entender del escrito: el olvido es el destino inevitable de todos. No recordará a Emilio, ni a sus abuelos, mucho menos a sus bisabuelos, a pesar que los vio alguna vez, o le contaron cómo eran; pero nunca los conoció, bastarán 3 generaciones de miserias, algazara y angustias para desaparecer sin dejar rastros.

Al fin y al cabo el hombre es un animal extraño que usa el cerebro más para justificar las embarradas que desarrolla con cierta constancia que para evitarlas.

Entiendo el odio generacional de Emilio Junior contra todo lo que le ha tocado vivir a partir del mes de Marzo del año 2020. Él creía que estudiar, aprender y graduarse con honores en el Leonidas Acuña le garantizaba una estancia provechosa en la Universidad. Y todo iba bien. Hoy se entera que vive en un mundo inestable, asaltado por epidemias, huracanes, sequías, terremotos y conflictos permanentes. Y lo peor, hoy aprendió, en estas 4 paredes de mierda, que lo anterior no es una escena de Ciencia ficción. Es el fracaso terrible de la humanidad. Emilio Junior en ese instante va atravesando con moderado éxito el Taller de Biología.

Quizás a finales de Mayo, Emilio Junior y Emilio imaginen que Dios dejó de ser esa especie de programador maligno, quien sentado frente a la pantalla de un computador de última tecnología envía pandemias invencibles a todos los correos electrónicos de los mortales.

Quizás vuelva a ver a Camila, a Laura, a Juan Diego y a Luisa en la Clase de Lectura crítica. Con tapabocas, guantes y guardando una distancia sombría que aniquila la amistad.

Seremos víctimas y amigos, nuevamente, pero volveremos. Y seremos conscientes del futuro de pesadilla que seguiremos creando. Con o sin las Infografías que la Seño de Lenguaje coloca para hacernos creer que todo es felicidad, disciplina, rigor, así dice ella, cuando en realidad podría ser el infierno.

Emilio sigue en la ventana amasando dolorosamente los minutos. Emilio Junior observa por sexta vez Rápidos y furiosos 8, seguirá con El ejecutor, después Persecución implacable…  Y después los Talleres de Matemáticas, Ciencias e Informática.

¿Habrá alguna diferencia notable en ello?

 

Por Lic Osmen Ospino Zárate

 

 

 

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