Alfonso Medina era un cachaco con un corazón vallenato, más vallenato que muchos. El fin de su vida le llegó de la manera que él mismo presentía que sería. Balas asesinas atravesaron su humanidad, y acabaron con su lucha. ¡ Estoy bien!, le dijo a su familia al caer a la sala de su casa luego de recibir tres balazos. Cuando llegó al hospital, sin embargo, ya había muerto.
Ayer en horas de la noche, cuando su cuerpo fue puesto en cámara ardiente en el mega colegio Andrés Escobar Escobar. La verdad me imaginé que iba a sería imposible ingresar al plantel educativo, por la cantidad de gente que tendría que estar esperando al líder social. No fue así. Estaban sus familiares, algunos líderes comunitarios, amigos de siempre, unos adultos mayores beneficiados con la gestión de Medina. Pero la comunidad, la gran masa por la que luchó Medina, no estaba allí. Indiferencia total. A lo mejor el aguacero los llevó a resguardarse temprano, porque aquí parece que somos de azúcar. O a lo peor, ni saben qué hizo Medina en vida. Así es la comunidad, crucifica a sus líderes en vida, cuestionando todo lo que hacen, y ni muerto les rinde honores. Dios permita que hoy, por lo menos, los honores lleguen, la comunidad reaccione y valore la lucha de Alfonso Medina, que al fin de cuentas le pasó cuenta de cobro, llevándolo a la tumba.
Así es la vida de los líderes sociales. Dan la vida por otros, por mejorar las condiciones de vida de los demás, de su comunidad, y luego son aislados, olvidados.
Que no pase lo mismo con Medina, aunque ignorar el legado de este líder, será tapar el sol con una mano. Avenida 27, mega colegio Andrés Escobar, los CDI del sector, parque, en fin, muchas las obras gestionadas por Medina. ¡ Que alcalde ni que alcalde!, con Chuck Norris hablando por ellos, la comunidad se daba por bien servida.
