Una presidencia que tenga un Fiscal general de la nación de bolsillo, que sea su subalterno. Un Consejo de Estado que no le tumbe los funcionarios que el designe sin tener el perfil requerido, un Congreso a donde entren los proyectos y salgan igualitos, sin variar una sola tilde, que le aprueben a pupitrazos todas sus propuestas, unos alcaldes que dejen que él decida sobre proyectos importantes como el metro de Bogotá, si es subterráneo o no, etc, etc.

Ese es el gobierno soñado, el que quisiera encabezar el Presidente Gustavo Petro. Lo dicho: a nuestro presidente las reglas de juego con las que le tocó jugar, no le sirven, él necesita unas nuevas, a su medida.

A Petro no le sirve la Constitución del 91 que en su momento promovió y de alguna forma ayudó a construir. A nuestro presidente le sirve una constitución diseñada a su acomodo, no la que respeta el estado social de derecho, no la que establece la división de poderes, no la que permite la discusión, no en la que el sagrado el control al poder. Mejor una al estilo Luis XIV de Francia: “ El Estado soy yo”.

 Pero como ya le pasó a Álvaro Uribe, también Gustavo Petro se va a quedar con las ganas, Colombia no es Venezuela, aunque muchos intenten llevarnos a cometer los mismos errores.

¿Una constituyente? ¡ Mamola!, Colombia habrá consumido mucho a algunos medios nacionales de los que no gusta el mandatario,  pero no se ha embrutecido tanto. Colombia no es tan estúpida.

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