Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón no quise ser otra cosa; periodista, o locutor. De hecho, con intenciones de pordebajearnos, algunos optan por llamarnos así, locutores. Para mí es un honor, una exaltación sublime que me digan locutor. O como dice mi amigo Nicolás Cujia Daza, “somos hombres de radio compañero”, más allá de periodista.
Siempre ha sido una carrera o un oficio difícil, complicado, pero tal vez en estos tiempos más que en todas las épocas. Los que intentamos hacer un buen trabajo, nos encontramos con muchas barreras, la falta de apoyo comercial, los bajos salarios, el peligro, las amenazas, la competencia desleal, la intolerancia del fanatismo tan de moda, el interés de cercenarnos el derecho que también tenemos de opinar como lo hacen otros profesionales y que parece que se adueñaron de la opinión. Fue un espacio que hemos ido cediendo, y que si no nos ponemos las pilas, lo vamos a seguir perdiendo.
Pero una de las peores amenazas actuales para el buen periodismo, son las redes sociales. Armas de doble filo. ¿ Y por qué?
Porque si bien es cierto, estas últimas son una herramienta para que nosotros los periodistas hagamos nuestro trabajo y lo divulguemos mejor, también lo es que la apertura de estas, permitió el ingreso al gremio de muchos que se aprovechan de ellas para hacer un periodismo que no es más que un trampolín para conseguir otra cosa personal, por lo general, un puesto político, por elección o por designación. Aparecieron los opinadores, los analistas, los que dan garrote persé, con el fin de conseguir lo que anda buscando no para una comunidad, un conglomerado, sino para sus propios bolsillos.
Pero todo lo anterior, son gajes del oficio. Nada nos puede quitar la paz, muchos el bailao, porque como dijo Gabo,” el periodismo es el mejor oficio del mundo”.
¿Será por eso que muchos sin tener la vocación social que esto implica, quieren ser periodistas?
Feliz día colegas.
