No señor, no fueron cuatro gatos. Fueron cientos de personas que salieron a las calles de diferentes ciudades en el país a alzar su voz de inconformidad por las medidas promovidas por el gobierno del presidente Gustavo Petro.
No faltaron como siempre, los que emulando a Santos dijeron que “la tal marcha no existió”.
Nada más lejos de la realidad. Fueron muchas las personas que alzaron su voz, y lo mejor, en completa paz, cómo debe ser.
Los inconformes dieron ejemplo de civilidad, de respeto hacia las instituciones, a los bienes públicos, a los demás.
Eso, contrario a provocar la burla de unos, debería hacernos sentir orgullosos. Al mismo Presidente de la república, está civilidad debiera hincharle el pecho, porque tiene una oposición civilizada.
Tuve la oportunidad de ser testigo en la principal marcha en la capital del país. Si bien es cierto, al inicio no fueron muchos, a lo largo de la carrera séptima, cual imán atrayendo el hierro, se iban sumando muchos inconformes con Petro. Y al final, en la plaza de Nariño, ahí estaban los protestantes, los civilizados, alzando su voz .
No fue necesario ponerles polisombras al Libertador, ni a las fachadas de los edificios públicos como el palacio de Lievano ni el edificio del Congreso, ni al capitolio nacional.
No fue necesario blindar los centros comerciales, los almacenes. La gente estaba en las calles demostrando una vez más que la democracia de Colombia es sólida a pesar de las amenazas.